México se encuentra conmocionado. La indignación que ha provocado el brutal asesinato de Fátima, una niña mexicana de 7 años de edad, ha generado una sacudida en toda la sociedad y ha elevado al debate público uno de los temas más dolorosos de la agenda nacional: los cada vez más frecuentes y más horrorosos crímenes que suceden en nuestro país en contra de mujeres. Es un hecho que la inseguridad y la violencia desatada en los últimos años nos afecta a todos los mexicanos, pero, es evidente que las mujeres son mucho más vulnerables. La percepción general es que la ola de violencia irracional contra las mujeres va en aumento. El caso de Fátima no es un hecho aislado, apenas dos semanas antes nos estremeció el feminicidio de Ingrid; a fines de noviembre fue el caso de Abril; y, muchísimas más mujeres asesinadas, brutalmente, en muchas regiones del país; no nada más parece ser el cuento de nunca acabar, sino que cada vez se percibe más violencia, más odio, más saña, en los casos de asesinatos de mujeres. Es una situación ofensiva que no debemos seguir tolerando como nación.
La violencia en contra de las mujeres, sólo por el hecho de ser mujeres, es uno de los flagelos de México. Es un obstáculo para el desarrollo igualitario de nuestra sociedad. El simple hecho de ser mujer, en nuestro país ya trae consigo una desventaja. No hemos podido erradicar estereotipos tan despreciables como el machismo; las mujeres son víctimas de todo tipo de discriminaciones y agresiones sólo por el hecho de ser mujeres.
Hay una parte del problema que nos corresponde a toda la sociedad: debemos educar a nuestros hijos en una cultura de igualdad entre hombres y mujeres y de rechazo a la violencia. En la medida en que mujeres y hombres aprendan desde la más temprana edad, que existen formas no violentas de resolver conflictos, podrán rechazar la violencia en la escuela, en el trabajo y, en la vida cotidiana. Sólo con una profunda trasformación cultural podremos construir una nación más igualitaria.
Pero hay otra parte muy preocupante que tiene que ver con la impunidad, y que corresponde por completo a la autoridad. Los datos son alarmantes: desde el año 2015 en que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) comenzó a contar los feminicidios, se han contabilizado en nuestro país un total de 3 mil 621 casos de feminicidio. La cifra es verdaderamente alarmante, pero más alarmante aún es saber que según cifras oficiales del mismo SESNSP, el 89% de los homicidios que se cometen en nuestro país quedan impunes. Por ello podemos decir, sin temor a equivocarnos, que en más de 3 mil de los feminicidios que se han registrado en México en los últimos años, los asesinos siguen impunes. Vivimos en un país en el que reina la impunidad. Las autoridades de los tres órdenes de gobierno deben reconocer que hay un gravísimo problema y actuar en consecuencia y que su actuar no se vea limitado por cálculos políticos para que realmente se vaya a fondo en la lucha contra la impunidad.
No puedo menos que expresar todo mi reconocimiento a las mujeres que han levantado su voz y están dando la cara para exigir que en nuestro país se ponga fin a la violencia contra la mujer. Mi respaldo total y mi reconocimiento a las organizaciones que han lanzado la convocatoria de “Un día sin mujeres” o “Un día sin nosotras” para el próximo lunes 9 de marzo. Urge dar mayor visibilidad al problema. Este movimiento debe de inscribirse como un capítulo más de la lucha de las mujeres mexicanas por hacer valer sus derechos fundamentales. Mientras persista la desigualdad entre hombres y mujeres y no se ponga fin a la violencia en contra de mujeres, México no podrá salir adelante.
Abogado. @jglezmorfin