El primero de septiembre inicia el último año de la LXV Legislatura. Sus dos primeros años serán recordados, no por alguna reforma importante y trascendente para México, sino por la lucha interna que se dio para frenar los excesos del Ejecutivo. Por un lado, pudimos ver el vergonzoso sometimiento de las bancadas de Morena y sus aliados aprobando, sin siquiera conocerlas y sin discusión alguna, todas las reformas que enviaba al Congreso el presidente López Obrador. Y, por otra parte, los grupos parlamentarios de la oposición, unidos, tratando de evitar el atropello. El riesgo no ha terminado. Falta un largo año para que termine la legislatura. Es muy importante mantener la cohesión de las bancadas de oposición hasta el final. Si bien es cierto que no pueden frenar las reformas que requieren mayoría simple, sí podrán detener las reformas constitucionales.

Durante las últimas décadas, nos habíamos acostumbrado a un Poder Legislativo distinto. El Congreso había sido –ojalá lo vuelva a ser- una de las arenas más importantes y decisivas en la lucha por la transformación nacional. Esto se debió en buena medida a que todas las corrientes ideológicas que existen en nuestro país están ahí representadas y, también, a que hubo voluntad para dialogar y buscar acuerdos entre los integrantes de ambas cámaras. Nuestro país, de la mano del Poder Legislativo, fue modificando la estructura jurídico-política que dio cobertura y soporte al longevo régimen autoritario que padecimos durante décadas, para dar paso a un régimen de tipo pluralista estable. No ha sido nada fácil.

Las cosas han cambiado sustancialmente durante los últimos cinco años. Una de las primeras iniciativas que envió el presidente de la República al Congreso, fue para reformar la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria con objeto de poder modificar a su antojo el Presupuesto de Egresos de la Federación, dejando ver con toda claridad su visión autoritaria y el nulo valor que da a la división de poderes, piedra angular de nuestro sistema republicano y federal. El presidente, desde el primer día de su mandato, quiso un Poder Legislativo sometido a su arbitrio. Lamentablemente para nuestro país, los grupos parlamentarios que le son afines han tenido una actitud indigna de un parlamento y se han sometido a los designios del Ejecutivo aprobando todos sus caprichos sin “cambiarles ni una coma”.

Siempre he creído que el Poder Legislativo es la ruta por la que necesariamente debe de transitar la transformación del país. En el México democrático de hoy, no puede ser de otra forma. Ante el talante autoritario del presidente de la República, el Poder Legislativo tiene una mayor obligación de cara a la sociedad.

Falta menos de un año para las elecciones federales del 2024, tenemos que hacer conciencia de lo importante que será recuperar para el país un Poder Legislativo que sirva a los mexicanos. Sí, es muy importante la elección presidencial, pero, si queremos evitar una mayor regresión autoritaria, vamos a requerir en ambas Cámaras de legisladores que representen verdaderamente el interés de la sociedad; que, con independencia, den respuesta, sin titubeos, a las demandas ciudadanas.

Abogado

@jglezmorfin

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