Dos enormes riesgos para nuestra democracia estarán presentes en los próximos meses. El primero, es el Plan “B” de la reforma electoral que propuso el Presidente una vez que no logró los votos necesarios para sacar adelante su propuesta de reforma constitucional. Este Plan B, seguramente será aprobado en la primera sesión del Senado, en cuanto inicie el nuevo periodo ordinario de sesiones. Sólo quedará la esperanza de que la Corte detenga lo que sin duda es un atropello y un enorme retroceso a los avances en materia democrática que nuestro país, con muchos esfuerzos, logró a lo largo de tres décadas.
El segundo gran riesgo tiene que ver con la integración del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE). Como es sabido, en abril próximo concluyen su gestión el Consejero Presidente y tres más de sus integrantes y habrá que reemplazarlos. La ley mandata que se debe integrar un Comité Técnico de Evaluación que se encargará de revisar los perfiles de los candidatos y deberá proponer una quinteta por cada una de las consejerías. Dicho comité se integra por siete miembros: dos propuestos por la CNDH, dos por el INAI y los otros tres por la Cámara de Diputados. Como se puede ver, Morena y sus aliados tendrán un gran peso en su integración. Con una mayoría cómoda en la Cámara de Diputados y el servilismo de la titular de la CNDH, sólo se puede esperar independencia de los propuestos por el INAI.
Es una pena que en una decisión tan trascendente, el gobierno tenga tanto poder de decisión sobre quienes integrarán las cuatro quintetas que se serán puestas a votación en la Cámara de Diputados. Por si esto fuera poco, si bien es cierto que para que resulten electos se requiere una mayoría calificada de dos terceras partes de los votos de los diputados presentes, de no obtenerse ésta mayoría, serán electos mediante un proceso de insaculación. Existe pues un enorme riesgo de que la insaculación se realice de entre perfiles inadecuados.
Más de tres décadas llevó a México a alcanzar niveles aceptables de democracia que trajeron consigo -entre muchas cosas buenas- la alternancia. Son muchos los hombres y mujeres que lucharon para que este sistema político fuera una realidad para los mexicanos. La autonomía del Instituto Nacional Electoral y la independencia e imparcialidad de quienes integran su Consejo General son condición indispensable para tener procesos electorales con calidad democrática.
Hoy, la alternancia en el poder, la pluralidad, la libre manifestación de ideas y el respeto al voto ciudadano son una realidad. También es un hecho que gozamos de absoluta libertad para elegir a nuestros gobernantes y representantes y para quitarlos si no funcionan. Por eso es tan preocupante que esos avances se pongan en riesgo.
El reto actual para México debe de ser el de avanzar en la construcción de una democracia de calidad. Una democracia que garantice plenamente la protección de las libertades, la supremacía del Estado de derecho y también el goce de derechos sociales básicos. No pongamos en riesgo lo que hemos logrado, sólo en democracia veremos el verdadero rostro del progreso y el crecimiento nacional.
Abogado