Muchas décadas ha llevado a México alcanzar la democracia. Son muchos los hombres y mujeres valientes que lucharon a capa y espada para que este sistema político fuera una realidad para los mexicanos. Sin duda, el camino hacia la democracia no ha sido fácil, pero es muy claro que se trata del único camino por el que debe transitar México.
México dio sus primeros pasos para ser un país democrático cuando conquistó la democracia político-electoral: las libertades de expresión y de prensa; la autonomía del Instituto Federal Electoral, hoy, Instituto Nacional Electoral; la emisión de la credencial de elector con fotografía y, por supuesto, la certeza de que cada voto cuenta por igual. Así es como se hizo efectiva la voluntad de los ciudadanos para elegir sus gobiernos.
Hoy, la alternancia en el poder, la pluralidad, la libre manifestación de ideas y el respeto al voto ciudadano son una realidad. Hoy, los jóvenes y los mayores tienen un lenguaje común: hablan de participación, hablan de competencia y, sobre todo, saben de la libertad que gozamos para elegir a nuestros gobernantes y representantes.
Por eso es muy preocupante el encono y la polarización que estamos viviendo en las últimas semanas, y que podemos advertir en los discursos, tanto de parte del Gobierno como de los partidos de oposición. El reto actual para México debe ser el de avanzar en la construcción de una democracia de calidad. Una democracia que garantice plenamente la protección de las libertades, la supremacía del Estado de Derecho y también el goce de derechos sociales básicos. Una democracia en la que todos los órganos de gobierno rindan cuentas de manera efectiva ante los ciudadanos. Una democracia en la que los gobernantes y representantes respondan de manera clara a la voluntad de la ciudadanía. Una democracia de calidad demanda responsabilidad en el actuar de gobernantes y de oposiciones. Creo firmemente que México requiere una democracia de calidad en todos los niveles de gobierno y en todos los Poderes de la Unión.
Hoy, lo que los ciudadanos exigen son más y mejores vías de participación en la política. Demandan gobernantes que les cumplan, que rindan verdaderamente cuentas de su proceder. Quieren también representantes que respondan a sus legítimas exigencias, y no simplemente a intereses de partido o de grupo. Y, sobre todo, quieren que la política deje de ser sinónimo de parálisis y división, de encono y lucha estéril por el poder y se convierta en un instrumento al servicio del interés general, al servicio del bien común. México requiere de más consensos y de menos pretextos.
Carlos Castillo Peraza, quien sin duda ha sido uno de los teórico-prácticos más importantes de la transición mexicana a la democracia, dijo alguna vez que: “La democracia es el único sistema que tolera su propia crítica y a través de ella su propia mejoría. Es el único sistema que asegura el respeto y vigencia de las libertades”.
Los gobiernos, los partidos de oposición y la sociedad entera estamos obligados a participar activamente en la mejoría de nuestra democracia para consolidar los logros alcanzados y hacer de la nuestra, una democracia de calidad, que asegure los derechos y las libertades de todos de manera efectiva. Esta misión debe trascender líneas partidistas e ideológicas. Es una misión que nos obliga a la suma de esfuerzos y voluntades, porque lo que está en juego es el futuro de nuestros hijos. La polarización y el encono en nada ayudan en la construcción de una democracia de calidad. No pongamos en riesgo lo que hemos logrado porque sólo en democracia veremos el verdadero rostro del progreso y el crecimiento nacional.
Abogado. @jglezmorfin