Inicia un nuevo año y para nadie es un secreto que el 2023 será muy complejo para nuestro país. En el año en que habrán de definirse quiénes serán los candidatos presidenciales, la economía nacional enfrentará grandes retos que pondrán a prueba la capacidad del gobierno para generar bienestar a través de políticas públicas eficaces. Es previsible que el entorno internacional continúe muy complicado: la guerra entre Rusia y Ucrania no parece tener fin y es una amenaza para el mundo entero; la pandemia del Covid-19 con todas sus variantes sigue causando estragos en muchos países y tendremos que aprender a convivir con ella por mucho tiempo; la guerra comercial entre China y los Estados Unidos, el activismo de Donald Trump y, muchos etcéteras más. Muchos analistas coinciden en que la recuperación económica postpandemia será más lenta de lo esperado y no se puede descartar el tema de una posible recesión. Los augurios son negativos y poco alentadores.

En nuestro país, los últimos meses, lo mismo en familia, en reuniones sociales o en el trabajo, hemos visto cómo la preocupación de la sociedad va en aumento respecto de su futuro personal; el pesimismo ha ido avanzando a pasos agigantados. La concentración de poder en una sola persona -el Presidente- y la falta de contrapesos, se han traducido en muy malas decisiones económicas como la inexplicable cancelación del Aeropuerto de Texcoco y la necedad de construir la refinería en Tabasco. Son medidas que asustan las inversiones que son fundamentales para generar crecimiento económico.

Me referiré a dos de los retos que considero más relevantes de los que habrá de enfrentar nuestro país en el año que inicia. El primero de ellos, tiene que ver con la economía y las finanzas públicas. Los precios bajos del petróleo a nivel internacional y la disminución en los niveles de producción, colocan a nuestro país en una posición de gran debilidad. Resulta difícil imaginar cómo el gobierno podrá ejercer el Presupuesto de Egresos como está planteado, sin recurrir, ya sea a recortes al gasto público o al endeudamiento. Los recortes terminarían por descomponer el panorama económico y tendrían un efecto importante en las expectativas de los inversionistas y de los consumidores. La deuda, por su parte, abriría una caja de Pandora.

Otro gran reto es sin duda el de la seguridad. La violencia en muchos puntos del país va en aumento. Los delitos se multiplican. La debilidad institucional es una realidad. Las organizaciones criminales se han adueñado de partes del territorio y actúan cada vez con más saña. La impunidad está a la orden del día. La inseguridad causa enormes daños económicos y desgarramiento del tejido social.

¿Qué podemos hacer para lograr estar a la altura de estos retos? Me parece que, como en cualquier democracia, el diálogo y los acuerdos son fundamentales. Se requiere de la participación de todos: gobiernos, partidos políticos y la sociedad entera. Se tiene que iniciar una nueva etapa que ponga fin a la polarización -en el discurso y en las acciones- tanto por parte del Gobierno como de las distintas oposiciones. Si queremos que México salga adelante, debe de prevalecer siempre un clima de respeto y tolerancia.


Abogado.
@jglezmorfin

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