Es magnífica noticia, el avance del proyecto para reactivar y modernizar la histórica zona industrial Vallejo en la CDMX. Como lo es también saber que, en esa área, se destinará inversión pública para ese importante propósito. Sin embargo, habría que reflexionar sobre la vocación económica de la gran ciudad, no solo de la inercial de siempre, si no la que reclama el desarrollo moderno.
Reordenar el uso de suelo para incorporar espacios además de industriales, comerciales y habitacionales, con una mejora sustancial en la infraestructura urbana, es parte de un buen proyecto integral, pero tradicional y limitado.
La vocación económica de una urbe como la Ciudad de México, se define al responder a la pregunta: ¿de qué vivimos, quienes habitamos la capital del país? Desde luego que las opciones son infinitas y menciono aquí, solo a las actividades más conocidas, como es el hecho de ser asiento del Gobierno Federal y su derrama en salarios y adquisición de insumos. Por ser el territorio más poblado, la actividad comercial es la que más empleos genera. Los servicios de alimentos preparados, en restaurantes y expendios de comida rápida, se han vuelto parte de la economía creciente. La industria inmobiliaria, ha sido, es y será un motor junto con su componente básico, la construcción y todo lo que se le relaciona.
Actividad necesaria y en ascenso hasta antes de la pandemia, es la educativa en todos sus niveles. La preocupación de los padres de familia, después de casa y alimento, es encontrar la escuela adecuada. Una vez que las condiciones de salud lo permitan, será la educación, a lo que más le aporten esfuerzos, gobierno y sociedad.
¿Y los temas culturales?: museos, casas de cultura, centros de exposiciones, teatros, talleres artísticos entre otros, los centros de diversión y esparcimiento, todos forman parte de la actividad que genera derrama económica para la ciudad, además de expresión del talento y formación.
Y desde luego la actividad industrial. Pero para que se reactiven todas las ramas, hay tres condiciones fundamentales que se deben agregar. Primero la certidumbre para la inversión, que se logra además de la aportación pública, con aligerar y mejorar los trámites administrativos, con evitar toda forma de corrupción y generar un marco legal moderno y transparente. Segundo, revisar la movilidad en la ciudad, aportando soluciones de fondo, como los segundos pisos y el cablebús, pero sin dejar de lado a las zonas más conflictivas por el tráfico. Tercero, rehacer el plan de seguridad, que sigue como el tema más preocupante para la población.
Pero hay una serie de actividades que es necesario retomar, si de fortalecer a la industria hablamos. Es la Investigación, la Innovación, la creación de patentes y la Tecnología de la Información, todas ellas basadas en una educación de calidad. De no tener una política propia que se sustente en la industria del conocimiento, solo seguiremos maquilando procesos y marcas externas.
En el Plan de Vallejo-i, se habla del contacto con las universidades y el IPN, pero sin desarrollo tecnológico, solo serán los universitarios, empleados de oportunidad, con pocas posibilidades a futuro. Y si los perfiles profesionales arrastran los conflictos de las instituciones, no estaremos valorando lo que un plan moderno exige. Como pasa con el Instituto Rosario Castellanos de la CDMX, en donde directivos como el Secretario General, Víctor Manuel Valle García, está más empeñado en conservarse en la institución como dueño de un coto de poder que, en aportar profesionistas de alta calidad, a la ciudad.
En la CDMX están instaladas las mejores instituciones educativas incluso de América Latina, como la UNAM y los centros de investigación más reconocidos del país en salud y biotecnología. Con todo esto, ya están las bases dadas para hacer de esta ciudad, un gran polo de desarrollo del conocimiento. Los programas de inversión pública en Vallejo-i, debieran incorporar áreas de investigación e innovación que generen tecnología propia, para que la industria mexicana compita en el mundo en mejores circunstancias. Así podrá fortalecer y reorientar la CDMX, su vocación económica y asegurar el futuro de sus habitantes.