Dato muy interesante es que Trump, obtuvo más votos en este proceso, que en las elecciones de 2016 y sin embargo perdió de una manera clara y contundente. Las predicciones marcaban que sería amplio el margen en favor de Joe Biden, sin embargo, en muchos Estados de la Unión Americana, el presidente Trump logró refrendar el apoyo para su administración, a pesar de los cuestionamientos constantes, sobre todo a su estilo de gobernar.

Este escenario hace más trascendente el esfuerzo de los demócratas, para lograr el triunfo. Hoy no hay dudas, Biden gana el mayor número de votos directos, así como la mayoría de los votos electorales, que lo habrán de convertir en el próximo presidente, una vez que lo califique el Colegio Electoral.

¿Qué es lo que pudo haber sucedido, para que, no obstante obtener más de cinco millones de votos adicionales, Trump perdiera la elección? Sin duda lo que para unos puede ser su gran cualidad, para otros, fue su talón de Aquiles y me refiero a su sello populista de tomar acciones y decisiones.

De acuerdo con Jan-Werner Müler, en su libro ¿Qué es el Populismo? (editorial Grano de Sal, 2017), “en Estados Unidos la palabra populismo, sigue asociada principalmente a la idea de una genuina política igualitaria de izquierda, en potencial conflicto con las posturas de un Partido Demócrata que, a ojos de los críticos populistas, se han tornado demasiado centristas…” “Mi propuesta, dice Jan-Werner, es que el populismo es una peculiar imaginación moralista, de la política, una forma de percibir al mundo político, que sitúa a un pueblo, moralmente puro y totalmente unido, pero ficticio, al fin y al cabo….”

Trump aplica un populismo de derecha y califica por lo tanto a los demócratas como socialistas. Sobre todo, aplica la principal característica del populismo, que reclama para consolidarse, la presencia de un líder fuerte que basa su idea en trabajar para “el pueblo”, pero no entendida esta expresión como la totalidad de la población, sino como la parte que es explotada por la burguesía y entonces se vuelve, la enemiga del líder y de su pueblo. El eslogan: “Hagamos que América vuelva a ser grande”, está basada en una personalidad autoritaria, que no acepta contrapesos.

Esa actitud se vio reflejada por Trump, en la forma de abordar la contingencia sanitaria, al descalificar su gravedad y no tomar en tiempo las medidas adecuadas o soslayar medidas de prevención, como utilizar el cubrebocas. La consecuencia ahí está, ayer domingo, se rompió el récord de contagios al superar los 11 millones y llegar a la cifra de 246, 786 fallecimientos.

Los constantes señalamientos en detrimento de sus adversarios, los “castigos” a las importaciones de países que no compaginan, más el estilo autoritario y ocurrente de expresarse todos los días, sin duda decepcionó a una mayoría creciente. Pero la mayor inconformidad se manifestó por la forma descuidada de enfrentar la pandemia.

La consecuencia se dio en las elecciones del 3 de noviembre. No obstante, el apoyo popular en favor del presidente, el pueblo, o la otra concepción de “pueblo”, decidió enfrentar al populismo con la real interpretación de democracia, salió a las urnas y decidió votar por un país más unido, por una propuesta que ofrece equilibrios y total inclusión. Para ejemplo de la claridad de Biden, es la incorporación de la senadora Kamala Harris, como vicepresidenta, destacando su origen étnico y su calidad de hija de migrantes.

De manera inteligente y prudente, el electorado votó, marcando un precedente en la historia de aquella nación, han sido las elecciones con mayor número de votantes. Lo mismo pasó a Biden, al obtener un número nunca logrado, de votos en su favor. La sociedad estadounidense le da una lección al mundo, la democracia sí puede vencer al populismo y la fórmula es simple: votar con plena libertad y en total conciencia.

Exgobernador de Hidalgo

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