Es común escuchar la expresión: “yo no meto las manos al fuego por nadie” y cuantas veces la decimos en lo personal, muy frecuente. Sin embargo, este caso es sumamente delicado para abordarlo, pero también lo es, como para dejarlo pasar como si nada hubiese ocurrido, después de que ya pasaron 12 días, que el General Salvador Cienfuegos, está en su casa.

Conocí al General, a partir de que fue nombrado secretario de la Defensa. Fue fácil, casi inercial, conocer de sus antecedentes, de su carrera en el Ejército Mexicano, así como de su buen trato como persona y de la firmeza de sus decisiones.

Muy pronto, el secretario le regresó al Ejército, la imagen de ser la institución más confiable para el pueblo, junto con la Marina. En el sexenio 2006-2012, la Marina fue utilizada frecuentemente, para realizar operativos y detenciones, tierra adentro, más allá de los límites oficiales de actuación. Con ello se puso en entredicho, la confiabilidad del Ejército.

La fórmula para lograrlo, muy sencilla, absoluta coordinación. No solo con la Marina también con otras instituciones como la entonces PGR y corporaciones como la Policía Federal y el Cisen, así como con los gobiernos estatales, por conducto de las comandancias regionales y de zona.

En esa coordinación jugó un papel importante la Secretaría de Gobernación, que convocaba a reuniones regionales con los gobernadores y sus responsables de cada dependencia vinculada con la seguridad.

Siempre acudían los secretarios de Gobernación, Defensa, Marina, el titular de la PGR, el del Cisen, el Secretario Ejecutivo del sistema Nacional de Seguridad, entre otros. Por región se celebraban al menos dos sesiones por año.

Siempre se observó un total acercamiento entre los secretarios de Marina y Defensa. Incluso una buena amistad. De tal forma que una gran cantidad de actividades, eventos y operaciones especiales, las realizaban de manera conjunta, acreditando con ello que una dependencia no era más importante o más confiable que la otra. A la alta responsabilidad de darle seguridad a la nación, le entraban juntos y con la misma determinación.

En las entidades, los comandantes de cada zona militar y de zona naval, se reunían con los responsables de la seguridad tanto federales como estatales, en grupos de coordinación. Las reuniones se daban por agenda o en casos de emergencia, pero con una comunicación permanente. Todas las instituciones vinculadas, sabían de las acciones de las demás.

En delitos como robo en carreteras, huachicol, narcotráfico, tala clandestina o la presencia de delincuencia organizada, entre otras actividades delictivas, siempre se compartió la información para proponer estrategias de atención. Adicionalmente y como prioridad para aquellos estados que, por su ubicación geográfica, son frecuentemente afectados por fenómenos naturales, la aplicación del Plan DN III, se ejecutaba antes, durante y después de cada contingencia, logrando que cada población afectada, regresara muy pronto a la normalidad.

Con tanto trabajo, con tantas instituciones vinculadas constantemente, con miles de elementos de todas las dependencias, haciendo trabajos concurrentes y coordinados, sería casi imposible no enterarse si cualquier mando, generara decisiones dobles, si tuviera una actitud frente a todos y otra en lo obscuro. Para encubrir o proteger a grupos delincuenciales, se hubiera necesitado de la participación en complicidad, de muchos elementos y mandos.

No se trata de meter las manos al fuego por el general Cienfuegos. Solamente de ser justos y serios en el momento de comentar su caso. Sin duda fue objeto de una acusación infundada, no hay elementos para considerarlo sospechoso y mucho menos culpable. Ni en Estados Unidos, ni aquí en su patria, a la que ha servido con honor. Por el secretario de la Defensa, General Salvador Cienfuegos, que supo darle estatura y prestigio al Ejército Mexicano y a las fuerzas armadas en conjunto, solo observamos respeto y reconocimiento.

Exgobernador de Hidalgo.

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