Para su tercer filme, Pastor o impostor (2019), el polaco Jan Komasa, director interesado en retratar la crisis espiritual contemporánea, elige una historia que el guionista Mateusz Pacewicz convierte en una aguda reflexión respecto de las opciones a la mano que tendría cualquiera con vocación en franco declive: el sacerdocio.
La complejidad propuesta empieza en cuanto el joven criminal Daniel (Bartosz Bielenia) tiene una revelación en la correccional donde se encuentra detenido.
Quiere seguir el camino de la fe. No puede hacerlo porque su pasado siempre lo perseguirá.
Cierta circunstancia opera en su beneficio para entregarse a su, para él, firme llamado.
Lo planteado es una mezcla de crónica realista sobre la Polonia actual y de policial metafísico en plan de si sucederá la gran revelación en torno a Daniel; si quedará expuesto como impostor o confirmará el valor que tiene como pastor de una grey necesitada de alguien como él.
El giro que le imprime Komasa; la enorme tensión que eficazmente plantea, produce una metáfora sobre las puertas que se abren y cierran para el protagonista.
Puertas hacia una vida alejada del crimen y consagrada a Dios.
Esta dramática cinta maneja con equilibrio su pregunta central: ¿Daniel actúa por intervención divina, o es un farsante?
La parte sustancial de la película recae en ese antihéroe y su presencia tanto amenazante como reconfortante.
Diversas tentaciones aparecen; con ellas la firme dirección de Komasa resuelve la intensa dramaturgia del largometraje.
Gracias a la fotografía de Piotr Sobocinski hijo, de pronunciadas sombras, se crea la atmósfera, el alma de esta historia. Destaca cómo presenta cada situación y cómo reaccionan los personajes, siempre con matices acaso demasiado humanos. Estamos ante un seco melodrama sobre los riesgos espirituales en la convivencia día a día.
Esta producción es un entretenimiento maduro de mayúsculo efecto emocional.
De lo mejor en la nueva cartelera.