¿Cómo reinventar una franquicia que ya dio de sí? Desde 2004, Saw, juego macabro, o Juego del miedo, a lo largo de ocho películas, planteó una tesis sobre la crueldad como opción para hacer justicia.
En 2017, la parte ocho, Jigsaw: el juego continúa, fue la cumbre del famoso sociópata John Kramer, que convirtió en astro de medianoche a quien a lo largo de 13 años le dio vida: el inexpresivo actor Tobin Bell.
El capítulo actual, Espiral: el juego del miedo continúa (2021), es el filme 15 del genio formado en la academia Saw, ahora experto en churros de elaborado concepto terrorífico Darren Lynn Bousman.
A la franquicia, el actor Chris Rock la da un segundo aire creando “el libro de Saw”.
Al detective Banks (Rock) le cae en las manos un caso que rebasa su comprensión. Poco ayuda su pareja policial, el novato Schenck (Max Minghella). Tal vez su padre, el recio oficial Marcus (Samuel L. Jackson), tenga la clave para resolver lo que envuelve a la ciudad: varios asesinatos en exceso macabros.
La idea es reciclar la retorcida idea de equidad que manejaba Kramer y entretener con elementos tradicionales de las películas previas, en especial las perturbadoras torturas del pervertido justiciero.
Bousman aplica con solvencia los trucos de su oficio para mantener el filme en el equilibrio característico de repugnancia y espanto. Con imaginación refunda la sevicia de Kramer y su muñeco morboso con estrías en forma de espiral.
Tal vez el verdadero espanto de estas películas es su simple existencia, por eso se busca mantener al espectador contemplando una pesadilla pavorosa.