El director Lorcan Finnegan lejos estaba de imaginar que su mundo de extrañezas, mostrado en su debut de terror sobrenatural ecológico, Without name (2016), sería premonitorio en Vivarium (2019), su segundo filme, el probable mejor de ciencia ficción de 2020, apenas estrenado en línea.
El delirante guión de Garrett Shanley, y la inquietante fotografía del español MacGregor, confirman a Vivarium como la historia más rara del año.
La joven pareja conformada por la miss de kínder Gemma (Imogen Poots) y el jardinero de escasos recursos Tom (Jesse Eisenberg), emocionados por comprar su hogar, visitan un corredor de bienes raíces, el peculiar Martin (Jonathan Aris), quien les propone visitar un complejo donde todas las casas son idénticas.
La venta acaba en una pavorosa pesadilla.
Abandonados en ese lugar, Tom y Gemma ¿podrán salir? Porque para ser liberados deben cumplir una tarea. Criar un ¿bebé?, ¿parásito?, ¿replicante?
Finnegan despliega con maestría una cotidianidad subvertida cuya clave está al inicio. Unos pájaros y una nodriza que cría los polluelos simbolizan cómo la naturaleza reacciona ante el abuso humano.
Vivarium elabora una metáfora cruda y ruda sobre qué representa un encierro a causa de algo externo e imprecisable. En ese “vivero” la pareja queda atrapada por algo físico, un cuarto siempre igual, encarnación del estrés por confinamiento.
También explica cómo lo humano transforma algunos valores, pierde otros y conserva varios más, entre ellos el instinto de supervivencia, cuando es acorralado al extremo.
La conclusión tiene una nota de desolación que hace un año habría sido imperceptible o se habría visto con cierta ironía; revela qué significa eso de “nueva normalidad”.
Lorcan Finnegan, de los escasos cineastas visionarios, se adelantó a lo que sucede actualmente con este vivarium que eriza la piel y los pelos.