El inesperado éxito de Sonic: la película (2020), del animador Jeff Fowler, se debió a que modificó el juego de video con sencillo argumento; agregó drama y una sustancial idea sobre la amistad.
En su segundo filme Sonic 2: la película (2022), Fowler, con casi el mismo equipo de guionistas e idea, aprovecha la propuesta del juego.
El erizo que es Sonic, de nuevo estelariza esta aventura que implicaría la destrucción del mundo.
Ahora el doctor Robotnik (Jim Carrey) desea una peculiar esmeralda.
El tema apocalíptico es clave, no tanto por su condición de ser ya un lugar común en este tipo de cintas, sino porque le da un giro en cuanto lo presenta con un matiz de comedia.
Por eso mismo, las peripecias de Sonic se mantienen en un medio tono.
Con la lógica de una caricatura a toda velocidad, y la dinámica del cara a cara entre Robotnik y su cómplice Knuckles, enfrentando a Sonic y su camarada Tails.
Todo ello en el mundo humano, donde Tom (James Mardsen) sirve de enlace entre lo real y la fantasía.
Con la fórmula asegurada, sin modificar los logros de la primera parte, Fowler hace una ardua artesanía digital; consigue la verosimilitud que mucho ayudó en la primera parte.
O sea, representa con solvencia la aventura y al personaje.
Esta secuela confirma por qué Fowler pudo acometer una tarea hasta cierto punto difícil: romper la maldición de que los videojuegos son inadaptables para el cine.
Cierto nivel de ingenuidad y buen gusto por la animación le bastaron para conseguirlo.
El profesional cuidado de lo visual en el universo juguetón de Sonic 2 se debe al veterano Brandon Trost, fotógrafo con 127 créditos, quien hábilmente apuntala vívidamente esta intensa película pensada para divertir, como se decía antes, a niños de nueve a 99 años.
Un entretenimiento familiar sin complicaciones.