La oferta cinematográfica fue regular o mala en año aún de pandemia. Hubo una ventaja: lo peor se fue, gracias a Dios, directo al cementerio de elefantes, que es el video en línea.
Un género moribundo, el musical. Ya no funciona. Ni en versión posmoderna, Annette, ni en derivaciones estilo Broadway: ni en la empalagosa En el barrio; ni en la nostálgica Amor sin barreras.
En un subgénero de vergüenza, el “Satán de pastorela”: la infrahollywoodense Exorcismo en el séptimo día es, sin duda, de las peores películas jamás hechas. La superó el plúmbeo churrazo El exorcismo de Carmen Farías. Sin emoción ni suspenso, era la simple nada de un planteamiento inepto, en festival de pésimas actuaciones encabezado por la sobrevalorada e inexpresiva protagonista.
El churro nacional: Amalgama, del subgénero “mis cuates en vacaciones”, carecía de mínima calidad profesional.
Los churros internacionales, Reminiscencia y Caos: el inicio, confirman que, a mayor presupuesto, peores resultados cuando nada coherente se tiene para decir. Igual de repelente fue la pretenciosa El misterio del Soho. Segunda versión de náusea: Justicia implacable. Un filme originalmente bien hecho convertido en pésimo. Gracias, Guy Ritchie.
Bodrios para atormentar al público: Halloween kills/la noche aún no termina (¡ya por favor!) Más malita estuvo la rusa de risa Chérnobil: la película, apología del romance tóxico entre una enfermera y su acosador, usando de trasfondo el peor desastre atómico de la historia. Qué asco.
Lo poco excelente del año. Mexicana: Sin señas particulares. Documental: Una película de policías. Del Oscar: El padre. De cómics: Escuadrón suicida. De ciencia ficción: Duna. De arte: Titane, La crónica francesa, Otra ronda, Judas y el Mesías negro. De terror: Un lugar en silencio II. Serie B: Nadie. Animada: Ron da error. Y el pilón 2021: Cordero.