Parte de guerra. Despejado el vuelo del halcón. Sin nubarrones de nuevos citatorios judiciales. Ileso de un cargo sólidamente sustentado de sedición electoral. Y casi ileso de un intento demencial de derribarlo que le atrajo más viento a favor. Franquicia oficial de su partido en mano. Compañero de fórmula para la vicepresidencia casi 40 años menor, cargado de ambiciones y de ideología conservadora radical, predicador atractivo y activo en medios, mimetizado con el candidato y apuntado ya para sucederlo para 2028-2032 ¿más 2036? Éste podría ser hoy el parte de guerra ante el estirado horizonte del dominio conservador: toda una era con la marca de Trump, iniciada en 2016. Una era sin aprecio a la democracia, sin respeto a la ley y sin miramientos al vecino del sur: a sus habitantes y a sus gobernantes, como lo muestran las expresiones de los candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia, así como los testimonios editoriales de un miembro destacado del equipo.

Dominios paralelos, agendas en choque. No se puede hablar de vidas paralelas de los dos líderes contemporáneos más perturbadores de México y Estados Unidos. Pero sí se deberían temer a dos proyectos paralelos de dominio de largo plazo en sus países, con repercusiones más allá de sus fronteras. Por un lado, el todavía presidente mexicano López Obrador, a ser sucedido en octubre por su heredera, Claudia Sheinbaum. Por otro lado, el muy probable presidente estadunidense, a partir de enero, Donald Trump, con una agenda hostil a México, agudizada con un vicepresidente acaso más agresivo en materias tan sensibles como el cierre de la frontera contra la migración, el castigo fiscal a las empresas estadounidenses que inviertan y creen empleos en nuestro país, sanciones arancelarias a productos mexicanos y proyectos de injerencia militar para combatir en territorio mexicano a los cárteles criminales, calificados como terroristas para justificar una invasión de acuerdo con sus leyes. Dos proyectos de dominio vecinos, con agendas en choque y en tensiones constantes.

Simpatías y diferencias. Debajo de las diferencias y choques previsibles entre estos proyectos en ruta a coincidir en el tiempo, germinan inocultables afinidades y simpatías compartidas por estos líderes enfilados a darle una nueva era a la historia de México: la era Trump / AMLO. Entre sus afinidades destacan su conocida inclinación a subvertir el funcionamiento de las instituciones ante sus derrotas electorales, y, ya en el poder, a someter bajo su mando todos los poderes de la república. Oportuna, la portada de The New Yorker que ilustra el control de Trump sobre la Corte Suprema de su país, que logró en su presidencia, y que resultó determinante para remover de su campaña el juicio por el asalto al Capitolio organizado con el fin de impedir la ratificación de la elección de Biden en 2020. La revista coloca el rostro del expresidente en seis de los nueve marcos correspondientes a las fotos de sus 9 miembros, justo ahora que López Obrador se dispone a controlar todo el Poder Judicial mediante la elección de sus miembros entre aspirantes cribados por el régimen para ser ungidos por el formidable aparato electoral de López Obrador.

Oscurantismo dominante. Las simpatías Trump / AMLO incluyen las mutuas, según lo ha sugerido el mexicano con las consideraciones para él, no para el país, que dice haber recibido de Trump como presidente. Y están las que ambos parecen profesar por Putin. AMLO, al no condenar la invasión rusa de Ucrania y Trump-Vance con su anunciada decisión de retirarle la ayuda a los invadidos. Para no hablar del descrédito dirigido a los ambientalistas y del menosprecio al drama del calentamiento global. Una era oscurantista estaría por llegar con un capítulo Trump /AMLO en nuestra historia.

Académico UNAM

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