Hora cero. Hoy resolverá el tribunal electoral si le da a AMLO el poder de dictar, en lo esencial, por sí y ante sí, una nueva Constitución. Su propósito: acabar con libertades y derechos acordados en décadas de luchas y entendimientos democráticos. Hoy se sabrá si, confirmando la asignación del INE de decenas de legisladores excedentes, no obtenidos en las urnas, la Sala Superior de ese tribunal le otorga al gobernante la potestad despótica de someter a su voluntad la vida de los mexicanos de hoy y de degradar las de varias generaciones. Quizás por eso la espera de ese veredicto me remitió a una lectura irrecusable de los jóvenes de izquierda en la década de 1960. Reportaje al pie de la horca narra los últimos días vividos por el comunista checoeslovaco Julius Fucik en espera de su ejecución tras su captura por la Gestapo durante la invasión nazi a su país. Sí. Las cotidianas exigencias a AMLO, de detener su maquinaria de destrucción y las advertencias de los efectos de no hacerlo, en los medios de México y el mundo, han semejado reportajes al pie del cadalso de un México percibido al borde del precipicio y a punto de ser empujado al vacío por López Obrador, sus magistrados, hoy, y más tarde, sus ‘legisladores’.

Clamor interno. En lo interno, las mentes más reconocidas de nuestro país —y las personalidades y los colectivos de mayor peso en el mundo de los negocios, la academia, la política y el derecho, han exigido detener la fuerza irracional de un Presidente que ya doblegó al Instituto Nacional Electoral y hoy podría postrar al tribunal, a fin de hacerlo decretar la pena de muerte a las normas y las instituciones que han elevado la calidad de la convivencia colectiva. El saldo de valores a dinamitar incluye un régimen de elecciones confiables; jueces, magistrados y ministros con capacidad e independencia para frenar y suspender la arbitrariedad; canales de acceso de la gente a la información; pluralidad de la representación nacional en el Congreso; reglas claras e instancias autónomas para sancionar concentraciones monopólicas. Estos son algunos de los logros de las últimas décadas, a volar por los aires en las próximas semanas, por decisión de un solo hombre.

Advertencia externa. Son también terminantes las expresiones externas que advierten de la catástrofe. ‘Autoinfligida’, la llama el solvente economista Gerardo Esquivel para subrayar su evitabilidad en condiciones racionales. Al respecto, los ‘avisos’ parecen elocuentes. Depreciación del peso y degradación del crédito país. Mientas los apercibimientos del gobierno y de legisladores de los dos partidos de Estados Unidos ya suenan a ultimátum. AMLO los manda al diablo. O los pone ‘en pausa’, como al embajador de Estados Unidos, que, seguro, sólo leyó el mensaje admonitorio que le escribieron en Washington para que lo leyera en México. También los rechaza como ataques a la soberanía y no como emplazamientos a cumplir las reglas acordadas, precisamente en ejercicio de la soberanía, con sus socios comerciales de América del Norte.

El México de hoy no es el acreditado en el T-MEC. En el señalamiento del embajador Salazar sobre el riesgo de la ‘reforma’ judicial de AMLO para la integración norteamericana y las relaciones comerciales con Estados Unidos, subyace una advertencia mayor: que el México de la destrucción de la democracia, arbitrario y hostil al mundo occidental, al término del sexenio de López Obrador, no es el mismo que fue acreditado para suscribir el T-MEC al inicio de ese sexenio, heredero de 30 años de construcción democrática y apertura económica con reglas claras. O que el México de la entrada en vigor del TLC en 1994. Y que de esa suplantación provienen los riesgos para preservar ese enorme tanque de oxígeno que mantiene a flote al país, a pesar de los pesares.

Profesor de la UNAM

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