Incompetencia y opacidad. La gira por Centroamérica y el Caribe no pudo desplazar de la conversación pública la preocupación por hechos de gravedad extraordinaria. Son atribuibles a la gestión de un régimen que se perfila de alto riesgo por su incompetencia, opacidad, negación de sus crisis acumuladas y agresión contra quien las menciona. Sólo en estos días, la crisis por el asesinato —en serie e impune— de periodistas sigue a la crisis por el conato de colisión de aviones —rumbo a una tragedia de incalculables consecuencias— que además puso al descubierto los efectos de la cadena de decisiones ruinosas, de improvisaciones e ineficiencias que empezaron con la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
La culpa es de los conservadores. A su vez, estas crisis se empalman con el el escándalo del ocultamiento y el rechazo del peritaje intrernacional que —como ocurre con todo ocultamiento— desenterró lo que se pretendía enterrar. Y puso nuevamente en circulación las probables responsabilidades de la tragedia de la Línea 12 del Metro. El hecho de que dos involucrados en el desastre sean los prospectos más destacados por el presidente para sucederlo podría devenir otras crisis. Pero el episodio también desnudó los arreglos extra legales del presidente para apartar del juicio público —y legal— al empresario cuya constructora realizó la obra colapsada, involucrado asimismo en el depredatorio proyecto del Tren Maya. Nada de esto ha pasado, sin embargo, en la narrativa del presidente, porque para él todo es culpa o simple invento de los conservadores.
Intranquilidad colectiva. Pero la intranquilidad colectiva crece en México y el exterior frente a un régimen de alto riesgo para su población. Once asesinatos de periodistas en lo que va del año —más de 30 en tres años y medio de gobierno (parte de un centenar de asesinados diarios) conmocionan al país e indignan en el extranjero. Agregue usted una treintena de incidentes aéreos desde marzo, que pusieron en riesgo vidas de pasajeros, tripulantes y vecinos del valle, por el rediseño irreal del espacio aéreo y el caos sembrado en este régimen en la Torre de Control. Y súmele los atentados de la jefa de Gobierno contra la transparencia y el derecho de la gente a saber lo que pasó en el Metro hace ya más de un año, para calcular el estado de la confianza de mexicanos y visitantes en el transporte público y en las normas de derecho distorsionadas por grotescos arreglos a la vista de todo el mundo.
Al desnudo. En estos episodios de la semana —que necesariamente desplazaron de la atención pública la supuesta épica de la gira presidencial concluida en Cuba— quedaron al desnudo los altos riesgos a que conduce una gestión autocrática. Concentrador del poder y de las decisiones en su persona, el presidente las adopta conforme a sus prejuicios ideológicos. No faltan impulsos revanchistas, con menosprecio al saber de los saben, determinado a negar sus frecuentes tropiezos —o de atribuírselos a otros— así como de distraer de sus graves consecuencias con nuevas calamidades.
La gira: sus saldos. Debe haber otras formas de apoyar la agónica economía y la escasez de lo esencial en Cuba. Porque la importación de 500 médicos pagados de la isla ya está levantando indignación de legiones de médicos mexicanos en el desempleo o el subempleo profesional, incluyendo los recién despedidos que atendían la contingencia sanitaria. Por otro lado, la compra de vacunas no certificadas para niños podría despertar movimientos antivacuna de los que México se ha visto a salvo. Y su ausencia en la Cumbre de las Américas porque no están invitados Cuba, Nicaragua y Venezuela permutará el diálogo de México con Biden, Trudeau y una veintena de líderes de las democracias americanas, por un cónclave sombrío con Díaz-Canel, Ortega y Maduro.
Profesor de Derecho de la Información. UNAM