Bombas de tiempo. El Presidente anunció el lunes con bastante claridad su desacato a las dos suspensiones definitivas dictadas por jueces federales el fin de semana: contra la continuación de la tala y el desmonte de la selva maya, a causa del tren, y contra la impresión y la distribución de los libros de primaria, elaborados al margen de la Constitución y de la ley. Aparte de la ilegalidad, el empecinamiento autoritario, la improvisación, el desperdicio de recursos, más la incompetencia, parecen ser los elementos compartidos del oficialismo en estos bretes. Ambos confluyen además en la guerra del presidente contra el Poder Judicial, en la que el grupo de choque del régimen a las puertas de la Corte se transmuta, en la narrativa presidencial, en víctima de los manifestantes. Una narrativa que incluye la inverosímil pero terrible propaganda atemorizante sobre un golpe de Estado ¡desde los tribunales! Bombas de tiempo que el presidente parece más interesado en activar que desactivar para el 2024.

Vanagloria del desacato. Así se vanaglorió el Presidente el lunes temprano: “No tenemos ahora nada que nos detenga ninguna obra ni ninguna acción del gobierno”. Fue en respuesta a la pregunta sobre la suspensión definitiva de la impresión y distribución de los nuevos libros de texto de primaria, dictada el viernes por la jueza Yadira Medina. La suspensión fue por violaciones al artículo Tercero Constitucional, por no haber considerado, en la elaboración de los libros, la opinión de los gobiernos estatales ni de otros actores, ni cumplido el requisito, también constitucional, de contar previamente con el programa al que los libros deben ceñirse. Contra la propaganda oficial, la jueza sólo argumentó sobre los conceptos de violación en el proceso de confección de los libros, no sobre sus sesgos ideológicos ni sus vacíos pedagógicos, ampliamente ventilados en las últimas semanas. Y contra la misma propaganda oficial, la suspensión no impide que lleguen los libros a las aulas: ordena que estén a tiempo, ajustados a la ley.

Acata las ‘fronteras’ del país narco. López Obrador fue terminante también al hacerse preguntar sobre la otra suspensión definitiva, dictada por el Juzgado Primero de Distrito, con sede en Mérida, para detener la deforestación en Yucatán y Quintana Roo, originada en las obras del Tren Maya. No podrán cancelar las obras en beneficio del pueblo, desafió también aquí el presidente. Pero en contraste, en la misma conferencia palaciega, el Presidente reconoció a las bandas criminales por respetar a sus ‘Servidores de la Nación’ en los retenes ‘fronterizos’ de acceso al país narco: a los vastos territorios mexicanos bajo control de los carteles. Bajo ocupación criminal, estos territorios fueron antes negados y ahora reconocidos con empatía por el Presidente, por el respeto brindado a sus enviados a repartir dinero a sus clientelas. Basta con identificarse como parte del gobierno federal. Sin comentarios.

Invoca “golpe de estado” de los jueces ¿para aplacarlos? ¿Para eliminarlos? AMLO escaló la guerra contra jueces, magistrados y ministros a alturas preocupantes, al acusarlos de intentar un “golpe de Estado técnico” contra su gobierno, “una anulación de las facultades del Ejecutivo por parte del Poder Judicial”. Pero las funciones de control de la legalidad y la constitucionalidad de los actos del régimen no implican golpes de Estado ‘técnicos’, cualquier cosa que eso signifique. Esa alucinación llevaría al imperativo de someter, así sea ‘técnicamente’, a los supuestos ‘golpistas’. El riesgo subsiste aun si nos conformamos con la idea de que esta escalada y las que vienen ‘sólo’ son parte de la narrativa electoral de AMLO. E incluso si nos tranquilizamos con la especie de que se trata ‘sólo’ de un delirio extremo del quinto año.

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