Mayorías y mercados. Los excesos del presidente al cargar los dados con cuantiosos recursos y trasgresiones graves en favor de su candidata y su partido le redituaron mayorías como para derrumbar el edificio de la República. Pero los costos y los avisos de alerta por el cerco contra las instituciones democráticas llegaron de donde menos se esperaba: la caída del peso y de la bolsa de valores. El problema político de la volatilidad de los mercados radica en que mayorías plebiscitarias a favor de la acumulación en una sola persona de todos los poderes de decisión de un gobierno no sólo llevan a la dictadura, constituyen además un anacronismo incompatible con una economía abierta. Esta requiere de reglas claras y de instituciones garantes del cumplimiento de esas reglas. Los mercados no protestan en el Zócalo, pero envían sus mensajes, en sus códigos, por ejemplo, ante los aprestos de AMLO para abatir la independencia ganada por el Poder Judicial. O ante la programada extinción de la autónoma Comisión de Competencia a fin de que el Ejecutivo dé vía libre a unos monopolios y vete a otros, de acuerdo con sus alianzas o compadrazgos.

Mercados y discrecionalidad presidencial. Hablaron también los mercados contra un escenario sin reglas en que el presidente volvería a otorgar y revocar, discrecionalmente, concesiones de radio, televisión y telecomunicaciones, tras acabar también con el igualmente autónomo Instituto de Telecomunicaciones y Radiodifusión. Y contra el exterminio del también autónomo Inai, que dejaría al gobierno a cargo de satisfacer el derecho de la gente a saber y de proteger sus datos personales, después de su ocultamiento de costos y circunstancias de construcción de sus obras ‘insignia’ y del manoseo presidencial de datos personales de particulares desafectos. Y desde luego se oponen a la inclusión en el programa de demolición institucional al INE para entregarle el control de los procesos y los resultados electorales a Gobernación, que esta semana ha estado practicando con su extraña divulgación de datos comiciales (erróneos).

Anacrónico carro completo. El ‘carro completo’ de otras épocas del PRI floreció en una economía cerrada, con una intensa intervención del Estado en la economía y un poder discrecional del presidente en variables tan delicadas como la decisión del tipo de cambio. La vuelta al ‘carro completo’ en las cámaras del Congreso acarreará hoy una degradación aún mayor de la calidad de nuestra democracia, sofocará al extremo la voz de las minorías, asfixiará el debate parlamentario y cancelará por seis años más toda posibilidad de acuerdos en la pluralidad. Mientras la degradación de las condiciones para el funcionamiento de la economía seguirá provocando reacciones cada vez más preocupantes en los mercados.

Gatopardiana. En alguna de sus referencias a obras acaso leídas, o al menos medio platicadas por los guionistas de sus funciones mañaneras, el presidente rechazó encabezar un gobierno ‘gatopardista’ en que todo cambie para que todo siga igual. Se refería al concepto adoptado por la ciencia política para identificar como ‘gatopardismo’ el sentido rechazado para su gobierno por López Obrador. A los personajes, partidos y gobiernos relacionados con ese fenómeno, se les llamó lampedusianos. Aludía el presidente a la novela El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. En realidad, el personaje central, un aristócrata siciliano, propone textualmente que "si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Y, hoy, con el refrendo continuista de su régimen, el presidente podría celebrarlo poniendo al revés la afamada frase, con su deseo de que, con Claudia, todo siga igual (que en este sexenio) para que todo cambie: para concluir el derrumbe del edificio de la República. Habrá que ver.

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