¿Regresar al combate o sacarlo del clóset? Menos que regresar a la estrategia de combate a las bandas criminales, la captura de Caro Quintero parecería mostrar a un presidente López Obrador renuente, pero obligado a sacar del clóset las acciones mantenidas bajo sordina contra los cárteles, en especial la participación de las agencias estadounidenses en esa lucha. Cada vez se mira más difícil ocultar el activismo de las fuerzas de seguridad contra el crimen organizado, si bien crecen al mismo tiempo los recelos en el sentido de que se trata de un activismo selectivo, favorable a los herederos —sanguíneos y no— de Joaquín Guzmán. Y en ese esquema —en el marco inocultable de la presión estadounidense— se colocaría el caso de la caída de Caro. Con todo, la detención de este líder criminal restauró por momentos el simbolismo de un exitoso modus operandi construido y orgullosamente publicitado, hasta 2018, por la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) y la Marina Armada de México, como brazos ejecutores de ambos gobiernos. Pero eso incomoda al presidente porque pone en crisis algunas sus fobias, prejuicios y mentiras. Y por eso mismo niega el rol de la agencia estadounidense en el operativo de Choix, a pesar de la renovada proclama triunfal de su participación por parte de la directora de la DEA y del procurador de la nación vecina.

Fobias, prejuicios y mentiras. Las circunstancias de la captura incomodan al presidente, primero, porque sacan a la luz la pervivencia o la resucitación selectiva de la coordinación DEA/Marina, proscrita como eje de la estrategia del presidente Calderón (2006-2012), que el actual gobernante insiste en condenar como principal causante de la violencia y la inseguridad multiplicada en este sexenio (2018-2024). Segundo, porque el éxito en la sierra de Sinaloa derrota las fobias y los prejuicios del presidente, empeñado en estos años en estigmatizar la presencia extranjera y la cooperación binacional en el combate a las bandas —con poder supranacional— que ya ejercen su dominio punitivo, político y financiero en poblaciones y regiones crecientes del país. Y tercero, porque —bajo presión de Washington (o no) — el golpe pone en evidencia la mentira —o la aplicación selectiva— del discurso destinado construir el mito de una deforme versión de la no violencia, el de los abrazos y la protección a los delincuentes y de la renuncia a la violencia legítima del Estado frente a la violencia criminal.

El símbolo Camarena. Probablemente, la condición para el operativo Choix fue la garantía de llevar esta vez a Caro vivo a los tribunales estadounidenses para obtener de él información que podría comprometer a personajes públicos mexicanos y cobrarles allá, junto al sinaloense, el imprescriptible agravio de la sádica tortura y el asesinato en febrero de 1985 de Enrique Camarena. Ahora legendario, personaje heroico de películas, series y medios informativos, este agente antinarcóticos de aquel país —infiltrado en el Cártel de Guadalajara y descubierto por sus ejecutores— se ha construido también como símbolo: el del arrojo para descubrir las ligas de encumbrados funcionarios, políticos, empresarios y militares de nuestro país, con bandas criminales.

Riesgos mayores. Pero el mexicano corre ahora riesgos mayores. Por ejemplo, la tentación de meter la extradición de Caro Quintero en el regateo que mantiene con el presidente Biden. O pretender negociar, con el extraditable, declaraciones al servicio de la inclinación de Palacio a usar los instrumentos del Estado para destruir enemigos y proteger aliados. En los controles del mundo carcelario hay más de un interesado en eliminar al detenido o ponerlo libre. Y tras la liberación de Ovidio, esto podría ser visto menos como incompetencia y más como un Estado bajo control del crimen.

Profesor de Derecho de la Información, UNAM

 

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS