El engranaje del Fiscal. A como anda el engranaje, todos podríamos ser inocentes, podría pensar el presidente, como un expresidiario inocente de El contexto, de Leonardo Sciacia. Al descubierto los engranes del mecanismo de abusos, complicidades e impunidades contra las víctimas del fiscal —enhorabuena libres desde el lunes— nuestro gobernante se vanaglorió ayer de que esa es la mejor manera de enfrentar conflictos y problemas. Pero un problema es que, a la cabeza del engranaje nacional, el presidente estuvo al tanto, como buena parte de la sociedad, de la manera en que se engarzó cada engrane, desde la fabricación de delitos inexistentes, al embrague con la fiscal y el juez capitalinos, probablemente a través del engrane de la jefa de gobierno de la capital, a su vez quizás bajo la instrucción del engrane mayor, de obsequiar las injusticias solicitadas por el fiscal general a cambio de ceder su autonomía al servicio del presidente.
Un engrane suelto. Si esto es no ajustarse al marco legal ni hacer que prevalezca un auténtico estado de derecho, como presumió el presidente, sí se parece al contexto sciasciano que completa la idea del personaje citado de esta novela paradigmática, como sostenía Federico Campbell, del género político policiaco: “A como va la inocencia (aquí, de los personeros del régimen), todos podríamos caer en el engranaje”. Ya no hay simulación, sentenció el engrane mayor en la mañanera, a pesar de que una semana atrás, seis ministros de la Corte obsecuentes con él, hicieron postergar la libertad de las dos procesadas. Y de que, una semana después, votaron por hacerla efectiva de inmediato, de acuerdo, al parecer, con los tiempos requeridos por el engrane presidencial para tratar de reajustar el enorme engrane suelto del fiscal, girando sus ajustes de cuentas personales. Y así, un engranaje antes al servicio del fiscal, funcionó ahora a la inversa y con mayor celeridad contra sus intereses. Desde la votación del pleno de ministros hasta la puerta del penal, una orden de libertad se suele materializar en un día o más, pera esta vez tomó menos de una hora. Un mensaje al fiscal, hasta anoche sin respuesta. Sólo con el simulacro presidencial de que es bueno que todos estos casos se resuelvan en el marco legal.
Infidencia e ilegalidad. Esta crisis del engranaje del régimen viene precedida de la provocada por el presidente al anticipar el anuncio del alza de las tasas de interés, atribución del Banco de México. La compulsión presidencial de revelar discrecionalmente el torrente de información y de desinformación que pasa por la oficina de todos los presidentes, parece surgir del mito de que el Tlatoani, como dios padre, todo lo sabe y nada escapa de su control. Pero esto ya lo ha llevado a exhibirse como desinformado, infidente o manipulador. Justificó y reiteró su confianza en la conducta del fiscal Gertz, contra la percepción pública y, ahora, contra la Corte. Anunció el retiro de los negocios de Carlos Slim, hoy activísimo en los enredos del complejo político empresarial. Pasar por el que descubre lo encubierto y corrupto como demostración de vigilancia del enemigo de hoy y del siguiente, lo ha llevado a una pérdida de control cuando la prensa, en su rol de vigilancia del poder, descubre lo encubierto en su entorno más cercano. Congestiona de datos al ciudadano, unos sin confirmar, otros sin pertinencia y otros bajo reserva legal, como supuesto instrumento de gobierno, pero en ruta de ingobernabilidad. Y, entre la gravedad de la trasgresión legal y la infidencia, la revelación del alza de tasas pudo haber provocado una colisión entre Ejecutivo y Banxico que habría atraído más incertidumbre y desconfianza que las hasta ahora sembradas entre los agentes fundamentales para el funcionamiento de la economía del país.