Vidas paralelas. Obvio. No es lo mismo desconocer el resultado de una elección desde la oposición que desde el poder. Desde la oposición, el hoy presidente reclamó en el Zócalo haber ganado el gobierno de Tabasco. Luego, con ayuda del gobierno, logró su registro como candidato al gobierno del DF sin cumplir el requisito de residencia. Su gobierno de la capital de la República transcurrió en campaña por la Presidencia para la elección de 2006, cuyo resultado adverso también desconoció. Y esa vez ya protestó desde el control de los recursos del gobierno de la ciudad, con estragos considerables para la población en un largo y ruinoso bloqueo del Paseo de la Reforma.

Y estos dos años y medio en la Presidencia de la República han transcurrido también en campaña, colocando en la conversación pública el tema de la prolongación del poder más allá de su periodo constitucional. Cada vez niega esa aspiración, pero con frecuencia lo hace entre bromas y veras, con la sonrisa socarrona de quien organiza la exigencia del pueblo de que permanezca en el poder. Y así, la enésima referencia presidencial a estirar su salida de palacio causó más impacto que las anteriores. Y es que, si no tiene los votos ni el arrojo para romper el tabú de la no reelección, la única vía en esa dirección que le va quedando al presidente sería la ruptura del orden constitucional en una operación conocida como autogolpe de Estado.

Así se llamaría el hecho de permanecer en el cargo, con cualquier recurso, más allá de las 00:00 del uno de octubre de 2024, en que expira el mandato de los votos, como lo establece el Bando Solemne de la Cámara de Diputados que lo declaró presidente electo, suscrito por su presidente, Muñoz Ledo. Por lo pronto, en el proceso de este 2021, el presidente se esmera, desde su poder reconcentrado, si no en romper sí en resquebrajar el orden constitucional con sus violaciones cotidianas a la Constitución y a las leyes electorales que le prohíben involucrarse, como lo hace, al frente de las campañas de su partido. De hecho, la sombra de Trump parecería desplazarse en trayectorias paralelas con AMLO, por los salones de Palacio Nacional cuando el presidente mexicano litiga, indebida, indecente y alevosamente, contra las campañas opositoras en Nuevo León, como lo hacía Trump, por ejemplo, contra los votantes de Pensilvania. Con el agravante, aquí, de que el jefe del Estado amedrenta candidatos con su fiscalía general, suplantando, ignorando y descalificando a las legítimas instituciones electorales.

Escenarios críticos. En efecto, a diferencia del hecho de desconocer AMLO desde la oposición el resultado de elecciones, esta vez tenemos los anticipos de su desconocimiento de la normatividad y las instituciones electorales desde el poder, en previsión de un cada vez más probable retroceso electoral oficialista. Y en este otro escenario crítico, si las movilizaciones oficialistas logran desconocer también los avances de la oposición, refabricar la mayoría oficialista en el Legislativo, terminar de avasallar a la Suprema corte con un nuevo ministro (pro)puesto este año por el Ejecutivo y exterminar los órganos autónomos, empezando por el electoral, será llegado el momento de una larga travesía del desierto para la democracia mexicana y de una larga noche de estancamiento, conflictividad y violencia, aislamiento y precarización de la economía y el empleo, con un modelo de pobreza subvencionada con déficits fiscales y sin empleos sustentables.

Borrasca a la vista. Pero un escenario así podría resultar inaceptable para las clases medias y los sectores productivos, así como para buena parte del norte del país y los segmentos escolarizados en busca de formas de vida liberadas del paternalismo oficial. Ellos pueden hacer la diferencia el 6 de junio.

Profesor de Derecho de la Información, UNAM