¿País en llamas? Empieza a rasgarse severamente el velo de normalidad que el presidente ha pretendido tender sobre un país que ofrece signos de convulsiones en varios campos. Bajo ese velo en jirones que el presidente se propone parchar cada mañana, irrumpen evidencias de explosividad social; desmantelamiento de programas e instituciones y de debilidad presupuestaria; de pérdida de control territorial de país a manos de las bandas criminales; de agravamiento de la pobreza, de crecimiento incontrolado de los precios; de descomposición de un grupo en el poder escindido en guerras intestinas e impunidades. Es el México real que traspasa el velo de la normalidad idílica y su narrativa de apacible y fácil gobernabilidad, salpicada de diatribas contra quien no la reconozca y celebre. Es el velo del autorreconocimiento por el éxito supuesto de sus decisiones, crecientemente cuestionadas aquí y en el mundo, como lo hizo el Financial Times de ayer. El mismo velo de autoexaltación de sus programas y de holgura de recursos públicos para hacer frente a toda eventualidad, una fantasía impugnada por todo analista serio. El presidente hizo ayer una especie de crónica de un vandalismo anunciado para señalar a mujeres que, más que todo, mostraron una vez más estar en pie de lucha en todo el país. Estas notas volaron a la redacción cuando apenas empezaban las conmemoraciones. Pero, horas antes, ya se había victimizado el presidente con la idea de que “los conservadores” tras las marchas de ayer “quieren mostrar un país en llamas”, acusó, con su acostumbrada imaginación catastrofista para descalificar la inconformidad feminista con las acciones y omisiones del gobernante.

Casi primavera de nuestro descontento. Difícil, discernir lo más preocupante entre la hipótesis que coloca a las bandas criminales detrás (o adelante) de la tragedia del estadio de La Corregidora y la que pone el énfasis en la crispación social que canaliza enojos y angustias por las vías del desahogo a través de la violencia catártica. Lo primero sería una evidencia más de vastos territorios y espacios sociales penetrados por los cárteles: del monopolio de la fuerza que ejercen de hecho en vastas porciones de nuestra geografía, por encima del monopolio de la fuerza legítima del estado. Así quedó de manifiesto en los ‘fusilamientos’ de San José de Gracia. Y estos hechos anunciarían riesgos mayores de apariciones violentas igualmente imprevisibles. Lo segundo revelaría una acumulación de tensiones sociales, frustraciones, incertidumbres, con estallidos, ciertamente más previsibles, en la pradera seca de esta casi primavera de nuestro descontento.

Carambola. Las grabaciones del intercambio del fiscal Gertz con su ‘mano derecha’ mostraron en tiempo real, casi ‘in fraganti’, la degradación irreversible del sistema de justicia en el estreno, en el actual régimen, de una Fiscalía autónoma, herencia del régimen pasado, y fruto del reclamo de generaciones de quitarle al Ejecutivo el monopolio de la acción penal. Pero las frecuentes instrucciones públicas del presidente, de acatamiento inmediato por el fiscal general, pronto acabaron con esa expectativa. Con vaivenes, una suerte similar corrió la autonomía cobrada en sexenios anteriores por el Poder Judicial. Específicamente, con un presidente de la Corte involucrado incluso en las fobias políticas de López Obrador y ahora con ministros presuntamente serviciales a un asunto particular del fiscal. Con esta carambola a la luz del día, el velo de mentiras de la mañanera nubla cada vez menos las percepciones de la realidad de los mexicanos.

Rendición. El tema da para más, pero los términos de la nueva iniciativa de acercamiento de líderes oficiales y oficiosos del empresariado con el presidente huelen a autoengaño y rendición.

Profesor de Derecho de la Información. UNAM.

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