Realidad o ficción. Se configuró una metáfora del gobierno del presidente López Obrador en la animada conversación pública que detonó en redes un mensaje (que se volvió tendencia) de Joaquín López Dóriga. El debate fue sobre la calidad real o ficcional de una escena de video difundida por el propio presidente en que aparecen él y su comitiva a bordo de un supuesto vagón de ferrocarril supuestamente en marcha. Con su frase “vamos ya en el tren del aeropuerto Felipe Ángeles…”, el presidente implicó que iba en un vagón que avanzaba de frente con él y otros a bordo, sin máquina ni mecanismo propulsor a la vista. Según esto, el vagón formaría parte de un tren previsto para empezar a correr en 2023, a fin de transportar viajeros camino al aeropuerto de Santa Lucía y traer a la capital los que aterricen por allá.
Regla y combustible. Y aquí estamos ante el primer rasgo del gobierno en campaña: dar por hechas las obras, por concluidos los planes y por materializadas las proclamas de partido. Antes se vendían promesas e ilusiones para ganar la elección. Hoy se venden ilusiones de cumplimiento de promesas para perpetuarse en el poder. Éste es el combustible para las siguientes pruebas de popularidad y éxito electoral, pero puede convertirse en lo contrario a la hora del cotejo del carisma con la realidad.
Ya estuvo. Y a ver cuánto dura la ilusión de que ya vamos a bordo del tren del futuro aeropuerto, aunque apenas esté en proyecto. O que ya domamos la pandemia, aunque lo peor llegó después y nadie sabe qué sigue. Igual que ya crecemos en la economía, aunque todo apunta a un sexenio perdido en este rubro. Y qué tal que ya vamos pacificando al país, aunque en estos años se han multiplicado los homicidios. Y que el desabasto de medicamentos, tras ser negado varias veces, ya se ha resuelto otras tantas, aunque el drama de miles de pacientes de todas las edades permanece. E igual, ya se acabó la corrupción, a pesar de la cantidad récord de contratos asignados sin licitación y de las investigaciones de corrupción contra dos campeones de la lucha anticorrupción del régimen. Pero, además, ya no hay gasolinazos mientras el precio de la gasolina alcanzó su máximo histórico la semana pasada. Y, sobre todo, ya sentamos las bases de la transformación, aunque buena parte de las reformas está en la Corte por su probable inconstitucionalidad.
Papamóvil. En una de esas, el problema fue la precaria producción del video. Pero como pretendido registro fiel de un paseo real en el tren de Santa Lucía, resultó inverosímil. Y como producto de ficción publicitaria, dejó mucho que desear. El set, las imágenes y el audio parecían en lucha irreconciliable. Un vagón rectangular con luminosos cristales al frente y a los lados, invocaba más el diseño del ‘Papamóvil que el trazo aerodinámico de los ferrocarriles modernos. El discreto rumor del supuesto avance del convoy —para destacar el “vamos ya en el tren” del presidente— contrastaba con el rudo traca traca que provoca en realidad el estado de nuestras vías férreas, mientras su ritmo lento, acompasado chocaba con la velocidad del paisaje corriendo por la primera ventana, paisaje que desapareció en la segunda y luego en todas. Todo, con una estabilidad que envidiaría el tren bala japonés o el del Eurotúnel, donde te pueden servir un martini al filo de la copa sin el mínimo temblor del contenido.
Bandwagon. Pero el vagón promocional del fin de semana también fue una metáfora del origen del concepto de band wagon, o efecto de adhesión a los candidatos punteros. Se remonta a la campaña de Chazary Taylor en 1848, en que invitaba a los votantes a saltar a su vagón alegórico del éxito electoral, precedido por una banda de música. Sí. Como el vagón alegórico de Santa Lucía y su madrugadora banda musical del 2024.