Trump/Vance, la alternativa ruda. Sigue el caos informativo sobre la oscura operación que llevó del territorio de nuestro país al otro lado de la frontera norte al mayor capo mexicano vivo y (hasta el jueves) en libertad. Ello podría estar ocultando la opción ‘lite’, leve, demócrata, por decir: la fórmula Biden/Harris de combate de Estados Unidos a los cárteles atrincherados y empoderados en México. En contraste podría sobrevenir la alternativa ruda, republicana, prometida por la fórmula Trump/Vance —y exigida por los ultras de su partido— consistente en la invasión estadounidense abierta, pública, a tierras y cielos mexicanos para enfrentar o bombardear a los cárteles en sus fortalezas. Lo harían amparados en las leyes de su país que los facultan a combatir al terrorismo donde se encuentre.
Un nuevo escenario. La operación se dio en un contexto en que el espectro político estadounidense se cansó de esperar una respuesta clara del gobierno de López Obrador contra las bandas criminales que inciden en la salud pública de su país, de acuerdo con la percepción fijada firmemente en la esfera pública de allá. Y todo indica que demócratas y republicanos llegaron a la conclusión de que nada se podía esperar al respecto de este régimen ni de su prolongación por otros seis años. Un nuevo escenario. Y en él cabrían casi todas las hipótesis, las especulaciones e incluso las mal resueltas comunicaciones oficiales, de la CDMX y de Washington. En un extremo, un abogado de El Mayo, secundado por periodistas acreditados de medios estadounidenses, hablan de un secuestro violento perpetrado por efectivos del otro lado, o por un hombre de su confianza que lo habría forzado o engañado o traicionado. En el otro extremo, un cuento de hadas en que el evasivo imbatible Ismael ‘El Mayo’ Zambada, de la mano de Joaquín ‘Chapito’ Guzmán, hijo del mismo nombre del cofundador, con el primero, de la organización criminal acaso más más poderosa del planeta, abordaron una nave tan desconocida como su tripulación, para entregarse mansamente a las autoridades estadounidenses a su llegada a El Paso, sin una concertación previa de ventajas y condiciones.
Amigable, aunque inverosímil. La más grande hazaña en décadas contra el crimen organizado no tiene progenitores. La autoridad de aquel lado dice que no participó en la operación y que ignoraba la grata sorpresa de los célebres viajeros que le llegarían en un vuelo misterioso. El cuento del embajador Ken Salazar forma parte de la opción más suave para actuar contra los cárteles mexicanos con una narrativa amigable, aunque inverosímil. Diseñada para establecer que los narcos mexicanos llegaron solitos y que no actuaron agentes estadounidenses para gestionar u operar las capturas del ‘Chapito’ y el ‘El Mayo’, la puesta en escena pareció dirigida a que el Presidente mexicano salvara cara y proclamara que la soberanía se mantuvo a salvo.
Yo no fui. Pero AMLO dejó de lado ese guion. Y no descarta, afirma, una incursión extranjera para llevarse a El Mayo. Sus gestos son de ira y aflicción. O sea que tampoco del lado mexicano hay quien se haga cargo. La insistencia del Presidente en deslindarse del operativo es un bizarro ‘yo no fui’, como si la detención de criminales fuera algo malo de lo cual hay que distanciarse. Su titular de seguridad reitera una y otra vez que el gobierno ignora todo sobre las capturas, a costa de reafirmar la percepción de que lo que ocurre en los territorios narco está fuera de su alcance. Raro gobierno que no se congratula de ver fuera de circulación a un capo con más de 50 años de encarnar lo que vino a ser un emporio criminal que a la fecha es una de la dos grandes potencias generadoras de la profunda crisis de inseguridad del país, así como de graves tensiones -y fracturas de la imagen- de México en el mundo.
Académico de la UNAM