Entre Robert de Niro y López Obrador. El presidente se exhibe diariamente violando la Constitución con su interferencia en las campañas y poniendo en entredicho la legitimidad de la elección. Y ante denuncias y sanciones de la autoridad electoral, y advertido de eventuales afectaciones legales a su candidata, AMLO pretende una vez más hacer girar la atención pública, reconducir la mirada ciudadana: de los ataques presidenciales al proceso, a su acusación a opositores de preparar un “golpe de estado técnico”, supuestamente coludidos con el Poder Judicial. De esta manera, López obrador parecería seguir el guion de la película Wag the dog (1997), una cinta de culto, en su tiempo, entre estudiosos y activistas contra la manipulación informativa. Allí, un presidente de Estados Unidos, en campaña por su reelección, está a punto de ser exhibido por acosar a una adolescente de un grupo de ‘girl scouts’ que visitó la Casa Blanca. Alertados en su cuarto de guerra de que The Washington Post tiene el dato y se apresta a publicarlo, llaman a su spin doctor (Robert de Niro) para acallar la historia del abuso a la menor con historias más estentóreas. Y el experto en el giro (spin) informativo toma el mando: decide que el presidente prolongue una gira fuera del país, hace que la Casa Blanca ordene a la autoridad militar que ‘informe’ de la prueba de una bomba inexistente y que inicie una guerra contra Albania.
La cola moviendo al perro. No es el perro moviendo la cola, sino la cola moviendo al perro: un maniobrero electoral, al mando de los movimientos del poderoso gobierno de Estados Unidos, fenómeno resumido, en este y otros caos, con el modismo que da título a la película: Wag the dog. Algo así como ‘los patos les tiran a las escopetas’.
De la película a la realidad. Entre el invento del “golpe de Estado técnico” de AMLO y el engaño de la guerra contra Albania de De Niro hay diferencias, claro, pero hay una escalofriante. La historia protagonizada por De Niro y Dustin Hoffman es una comedia, una parodia de la comunicación política. Mientras la historia protagonizada por el presidente López Obrador se perfila como una tragedia para la democracia, la estabilidad política y la convivencia civilizada. Para no perder una elección, De Niro y Hoffman materializan —en película— el ataque de la superpotencia estadounidense al pequeño país albanés, escondido en el sureste de Europa, frente al Adriático, y aislado por casi medio siglo de dictadura ‘proletaria’. Mientras AMLO, para no perder poder ni protagonismo subordina la misión, las obligaciones y los recursos del Estado a sus maniobras de comunicación y al culto a su mando personal. Y con ello parecería estar en curso de materializar —en la realidad— un caos de consecuencias imprevisibles en una nación grande y compleja, situada entre dos océanos, abierta al mundo e integrada su economía a Norteamérica desde sus 3 mil kilómetros de frontera con Estados Unidos.
De golpes y autogolpes. Pero la invención del “golpe de Estado técnico” en supuesta preparación, no sólo es percibida como denuncia de un intento (desconocido) de escamotear un eventual triunfo electoral del oficialismo. También se identifica con propósitos de intimidación al tribunal electoral. Y como amago de un golpe de verdad: un autogolpe ‘preventivo’, para ‘adelantarse’ al supuesto ‘golpe técnico’, un recurso utilizable también para el caso de un descalabro electoral. Y no falta quien recele de un probable propósito de seguir preparando el terreno para un autogolpe a secas, en base a las 174 veces que el presidente ha aludido al golpe de Estado sin venir al caso, de acuerdo a la cita de ayer de Joaquín López Dóriga de la acuciosa contabilidad de SPIN, el taller de comunicación de Luis Estrada. ¿Como para irnos familiarizando con la idea?