Última llamada. La frase del título de estas notas no es la rúbrica de un acuerdo de asistencia recíproca entre AMLO y Trump a favor de sus causas. Aunque pronto pudiera llegar a serlo si el presidente López Obrador culmina su boicot al presidente Biden, favorable a los empeños de Trump de volver a la presidencia. En todo caso, ‘come on’ es una interjección que significa diferentes cosas, según la entonación y al contexto. Pronunciada por el entonces candidato Joe Biden, con serenidad, aunque con notorio fastidio, para interrumpir —en el último debate de campaña— una retahíla de mentiras y sandeces del candidato y presidente en funciones Donald Trump, la frase, en juvenil y vulgar español mexicano, bien podría traducirse con un “ya no mames, Donald”, de acuerdo con mi ágil diccionario digital Word Reference. “Dejáte de joder”, sería otra opción, en coloquial argentino. Pero remitido hoy el modismo inglés por el propio Biden a AMLO —si no lo ha hecho, no tarda— para instarlo a acudir a la Cumbre de las Américas sin más condiciones, su traducción al español popular mexicano, conforme a WR, sería un “¡órale, Andrés!”, en clave de última llamada antes del naufragio. O, incluso, un “¡ándale, vamos!”, en tono imperioso o quizás de imploración.
Palo dado. Pero al margen de la traducción elegida, el palo dado por AMLO a la cumbre de Biden ni Dios lo quita. AMLO ganó, de acuerdo con su criterio de triunfo, hasta antes de realizarse el partido. Y si no llega al partido, el mexicano basará su éxito en evitar aparecer como actor de reparto en California, mientras permanece hasta ahora colocado en el centro de la escena y de la atención general, a costa del convocante. Éste, a su vez, se ha deslizado al papel de organizador ineficiente de una fiesta que se ve bajo el amago de un invitado que quiere colar a sus amigos no invitados. Pero, además, el convocante se ve obligado a implorarles su asistencia a los que sí fueron invitados. Lo escuché en CNN: es la fiesta de Biden, pero AMLO insiste en decidir la lista de invitados.
En defensa propia. No hubiera estado mal que la Cumbre de las Américas hubiera incluido a los regímenes réprobos por su condición antidemocrática y sus violaciones en materia de derechos humanos. Hubiera sido una oportunidad de alcanzar acuerdos de transición. Pero el presidente Biden estaba impedido de incluirlos por el costo electoral que en noviembre le impondría el partido republicano bajo control de Trump. Incluso ya empiezan a cobrarle al partido del presidente el intento tardío de corregir mínimamente las exclusiones aliviando sanciones a Cuba y Venezuela y explorando la idea de invitar representaciones de observadores de los países excluidos. En este embrollo, la argumentación mexicana de defensa de los principios de no intervención en los asuntos de cada país, incluyendo las conductas violatorias de sus gobiernos, y de autodeterminación de los pueblos, bajo el supuesto de que ellos determinan a sus dictadores, parecería enmascarar una estrategia de defensa propia del régimen en la deriva de su joven democracia a un régimen autocrático plebiscitario.
Por los excluidos ¿hasta la autoexclusión? Habrá que ver en estos días si el régimen mexicano está dispuesto a llevar la causa de los excluidos hasta su autoexclusión de la idea de cohesión de Las Américas retomada por Washington. Décadas de vacíos dejados por EU le hicieron perder su viejo magnetismo: tierra fértil para desoír o boicotear convocatorias estadounidenses como la de Los Ángeles. Ya no lamentan la débil presencia económica de EU en el subcontinente. Está siendo sustituida por cuantiosas inversiones chinas, una potencia geoeconómica expansiva, completada por la dinámica geopolítica de Rusia, con sus previsibles realineamientos.
Profesor de Derecho de la Información. UNAM