Va una de controles
En el tema del castigo a la producción privada de energías limpias, todo indica que, para el presidente y sus colaboradores más afines, la medida del éxito de su gobierno se cuantifica en cada golpe destinado a despejar del tablero político, al costo que sea, las variables fuera de su control. Ése sería el caso también de los órganos autónomos colonizados o eliminados y de los que sobreviven bajo el acoso del Ejecutivo. Pero igualmente sería el caso de la cancelación del aeropuerto de Texcoco, un proyecto de primer mundo fondeado por capitales de consorcios nacionales e internacionales, para cuya abolición no importaron los altos costos en indemnizaciones, que se siguen pagando, ni los costos en inhibición de la inversión privada, que condujeron a la recesión económica desde antes del coronavirus. Mejor, se decidió, un aeropuertito en la base aérea de Santa Lucía, quizás inútil, pero, con seguridad, insuficiente, construido por el Ejército y bajo el control (militar) de Palacio.
Con esa lógica, al parecer también hoy le pareció mejor al régimen constreñir a las hasta ahora exitosas compañías productoras de energía eólica y solar, a los altos costos que conllevará la violación de normas y contratos en tribunales mexicanos y extranjeros. Además, está el envío de una nueva batería de señales inhibitorias de la inversión en medio de un desplome profundo y probablemente duradero de la economía nacional. Y, claro, le resultó mejor al presidente someter el proyecto de futuro de producción limpia de energía solar y eólica, en un país lleno de sol y de vientos, a los imperativos de sobrevivencia de una empresa estatal contaminante, pero bajo control presidencial.
Incluso la gestión de la crisis económica asociada a la sanitaria parecería obedecer a la misma lógica. Todo el apoyo presupuestal para las bases populares bajo el control electoral del presidente, e indiferencia hostil, con efectos de extinción, a negocios y empleos fuera de la protección clientelar del régimen. Hacia el final de la crisis se divisa un país encogido, una economía más pequeña y cerrada, autoexcluida paulatinamente de los flujos de inversión y comercio (que no sean los comprometidos con Trump). Si atendemos a las fijaciones infantiles que atribuyen los sicólogos a los sueños y proyectos de los más célebres autócratas de todos los tiempos, aparte del trenecito Maya, la fantasía de la niñez de nuestro presidente sería mandar sobre un ranchito llamado México, bonito, por chiquito: el de la tonadilla infantil Mi rancho bonito, en el que nadie cuestiona a su dueño: el cerdito le hace oink, el patito le hace cuac, el chivito le hace meee, la vaquita le hace muuu , el perrito le hace guau... Todo bajo control.
Medios, ética y controles
Y es en la vía de asegurar esa paz campirana que podría cobrar sentido la disposición de esta semana del presidente a hacer una “profunda revisión” sobre el papel de los medios. Habló de “imprimirles ética”, al tiempo que continuó con la descalificación de la prensa que cumple con la misión de vigilar al poder público y exhibir los efectos de sus desempeños erróneos o desviados. ¿Revisar el papel de los medios con esa idea de la ética?
Eficaz, el sentido del humor de Bajo Reserva de EL UNIVERSAL del lunes, al advertir convertido en estudio de televisión el Salón Tesorería y al recoger la broma de los reporteros que ven como cartelera de programación televisiva los horarios de las numerosas cuanto dudosas conferencias de prensa de Palacio. Pero mañaneras, vespertinas y nocturnas no han sido sino otra forma de control de las conversaciones de la gente, forma, además, fatigada, lo que hace temer otras, derivadas de la “profunda revisión” anunciada por el presidente del papel de los medios no alineados al poder.
Profesor en Derecho de la Información,
UNAM