Primer plano. Dejo en un segundo plano las especulaciones sobre los propósitos y el sentido de los siguientes pasos de Marcelo Ebrard tras quedar fuera de la candidatura presidencial del partido de AMLO. Y pongo en el primer plano las revelaciones sobre las maniobras activadas para botar al excanciller en la cuneta de la carretera oficialista. Estas operaciones desnudan algunas de las más arcaicas concepciones del Presidente sobre su supuesta ‘verdadera’ democracia. Y exhiben, también, los recursos que está dispuesto a poner en juego para materializar sus decisiones por encima de la legalidad. En este sentido parecen obligada la pregunta, la preocupación y la ocupación del análisis respecto de hasta qué punto asistimos en el proceso interno del partido oficial, en 2023, a un ensayo de su comportamiento en las elecciones constitucionales de 2024.
El sufragio restringido. Hacia finales del siglo XVIII, todo el XIX y primera mitad del XX ubicó Citlali Hernández, secretaria general de Morena, la naturaleza de la ‘verdadera’ democracia del régimen. En efecto, esta líder reconoció que no se consideró el total de las boletas marcadas en la encuesta para obtener la candidatura presidencial de su partido, sino que se aplicaron “ponderadores”. Y ejemplificó: “Si la boleta la llenó un joven de la sierra de Guerrero (condicionado en favor de Sheinbaum por el reparto oficial de recursos) valía distinta a (la de) una empresaria de Las Lomas” (sospechosa, obvio, de ir por Ebrard). Y así, contrario a nuestra Constitución, AMLO y los suyos reviven el sistema de ‘sufragio restringido’ o ‘voto censitario’ de dos y tres siglos atrás. Este sistema restringía, en un primer momento, el derecho al voto a una parte de la población: dejaba fuera del censo electoral a mujeres y a no causantes fiscales, no propietarios, no instruidos y no blancos, entre otros segmentos de la población.
Citlali en Prusia. Pero en un segundo momento, en la Prusia de mediados del XIX, privó un sistema censitario más cercano al que ahora exhuma Morena y pondera Citlali. Allá, las ‘ponderaciones’ de las rentas de los votantes definían el recuento final de los votos. El censo registraba tres clases sociales. Y la primera de ellas —la opulenta— estaba sobrerrepresentada en ese sistema casi 18 veces respecto de la tercera, la más pobre. Citlali podría argumentar a favor de la justicia de que en Morena el voto del joven de Guerrero favorable a Sheinbaum tenga un peso 18 veces mayor que el de la empresaria de Las Lomas sospechosa de ebrardismo. Sólo que en nuestra Constitución está prohibida “toda discriminación motivada por… la condición social”, entre otras características. Y, ojo, Alfred Krupp, cuyo imperio industrial prusiano fue puesto por sus descendientes en la órbita de Hitler, llegó a ser el único votante de primera clase de su distrito y así concentró un tercio de los votos del padrón, en apoyo de su emperador. ¿Cuántos concentrarían en el viejo sistema prusiano los grandes empresarios de la órbita de AMLO enlistados ayer aquí por Mario Maldonado?
¿Soldados en las urnas? Y no es que sea viable mudar ahora de nuestro sistema de sufragio universal a uno de voto restringido o censitario. Pero ya el Presidente descalificó en 2021 los votos y denigró a los votantes de clase media. Y en 2024, de hacerse necesario, podría intentar descontarlos o desvalorizarlos con la fórmula prusiana de Citlali, la ayuda de un INE viendo a otro lado y algo más. El ensayo de la semana pasada incluyó el uso de la policía para impedir el paso a la representante de Ebrard al sitio en que se cocinaba el veredicto en su contra. ¿Siguiente paso?: la presencia militarizada —con cualquier pretexto— de los soldados de la Guardia Nacional en las mesas de recepción y conteo de los votos del año entrante.