Altavoces
No parece casual que la más alta calificación alcanzada en casi 14 meses por el actual grupo gobernante sea en la asignatura de simulacros. Sí. incluyendo el de la rifa del avión presidencial. Claro, también está el simulacro del lunes pasado con miras al próximo terremoto. Sin fallas, reportó el secretario de Seguridad. Sólo algunos altavoces callaron, aseguró la jefa de gobierno de la capital. Casi un 10 en simulacros. Pero esos pocos altavoces mudos podrían estar anunciando algo más que fallas técnicas: quizás sean premonitorios de una paulatina pero ya perceptible fatiga social por la saturación de simulacros de otro orden en nuestra vida pública.
Si se mide la efectividad del simulacro de la rifa por sus efectos distractores de las graves realidades del país —agudizadas al aproximarse apenas la quinta parte del sexenio— llevan algo de razón quienes celebran el ‘genio’ del comunicador que encuentran en el presidente. Habría que agregar que su actuación en el espectáculo de la mañanera del lunes alcanzó una cumbre en su intento de forzar la permanencia del tema en la agenda, sin que mediara pregunta ni interés periodístico. Y aunque con excesos histriónicos y risotadas artificiosas, al parecer sí logró ocultar su enojo ante las masivas expresiones en redes que ya no dieron por real el simulacro. En cambio, el presidente pudo (sobre) actuar un sentido del humor (exagerado), aparentemente con un mensaje claro: —Festejo el ingenio de los memes y así no sólo disuelvo su intención corrosiva, sino que la pongo al servicio de mis necesidades de distracción.
Sólo que aquellos malabares no alcanzaron a prolongar la vida noticiosa de la rifa por más tiempo. Aquí también empezaron a fallar los magnavoces de los medios a cada ocurrencia presidencial, junto con la infraestructura digital al servicio de palacio. Irrumpieron en su lugar, desde el sismógrafo, ominosas señales sobre la meta realidad del mensaje presidencial. Las notas del subsuelo fueron inequívocas. Los aprestos del eje Sicilia-LeBaron —con el llamado a engrosar la base de descontento con los padres de los niños con cáncer, pero sin medicinas— se vieron reforzados además con las cifras oficiales que confirman el primer año de AMLO como el más sangriento de la historia reciente. También, con la alerta empresarial sobre su impacto en la economía. Para colmo, coincidió con una nueva reducción de la expectativa de crecimiento anunciada por el FMI y un aumento del desempleo pronosticado por la OIT.
Dostoyevski
Los Apuntes o las Memorias del subsuelo, según la traducción de esta obra de Dostoyevski, quizás registrarían hoy las caravanas de migrantes enfrentadas en nuestra frontera sur con la Guardia Nacional. Y difícilmente habría otra rifa capaz de silenciarlas, junto a los clamores de los albergues en nuestra frontera norte, repletos de refugiados retenidos en nuestro territorio, al borde de la crisis humanitaria, por el servicial gobierno mexicano. Y habrá que ver si hay algo más que rifar —acaso la silla legendaria— para desviar la atención de las previsibles indiscreciones de Trump sobre las nuevas concesiones obtenidas por su procurador en sus visitas a México, ocultas hasta hoy en la evasión del gracejo mañanero y bajo el supuesto presidencial de que lo no anunciado en la mañanera, no existe.
¿Genialidad o astucia?
Es discutible la genialidad en comunicación en condiciones de poder para monopolizar la agenda pública, como ocurría en México hasta hace décadas, y cómo ha estado cerca de lograrlo el presidente López Obrador gracias a su astucia para manejar el valor noticioso del mensaje adversarial, a su incansable exposición pública y a su tenaz intimidación a los críticos. Pero no estaría demás echarle un ojo a los apuntes del subsuelo.
Profesor de Derecho de la Información. UNAM