El ciclo de políticas públicas es una idea pensada en ser lo más simple y clara posible. El principio es el siguiente: nuestras sociedades experimentan problemas públicos que necesitan soluciones también públicas que, en la mayoría de los casos son igual o más complejas que los propios problemas. Dado que los problemas son muchos y los recursos siempre escasos, necesitamos que los gobiernos tomen las mejores decisiones buscando el mejor resultado cuando atienden problemas públicos. De eso se trata el ciclo de las políticas públicas: (1) el gobierno identifica y define un problema, (2) luego hace una lista de las posibles maneras de atender el problema, considerando su costo, efectividad y factibilidad. Una vez que el gobierno evalúa cuál es la opción que mejor atiende el problema con los recursos disponibles, (3) pone en marcha dicha solución a través de las distintas secretarías, funcionarios, programas. Idealmente, tras ejecutar esas acciones, los gobiernos (5) evalúan qué tanto se redujo el problema con la política pública implementada. Por eso se dice que es un ciclo: una vez que los gobiernos evalúan su decisión, vuelven al paso uno identificando qué tan grande, pequeño o urgente sigue siendo el problema.
La idea es tan simple que hay quienes pueden pensar que raya en la obviedad, ¿cierto? Es obvio que se necesita información para saber cuáles son las causas de los problemas públicos, a cuánta gente afectan, qué se ha hecho antes para atenderlos y cuál es el mejor camino posible considerando que atravesamos estos días apocalípticos. Y suena ciertamente obvio porque así fue pensado el ciclo de políticas: para no olvidarnos de que así deben tomarse las decisiones públicas: con premeditación y toda la información posible, alineadas con el Estado de Derecho y buscando el mejor resultado posible para el mayor número de habitantes. Se trata de un concepto simple porque la realidad no lo es: los problemas de México y cualquier otro país son sendos, severos, complejísimos. Desde la inseguridad, el crecimiento económico, la pobreza, el cambio climático, pasando por las necesidades de seguridad social, educación, cultura. Todo es prioritario, todo está saturado y todo urge.
En esa maraña de problemas y condiciones que es México, el ciclo de políticas es una idea que trata de desenredar algunos elementos resaltando las obviedades. ¿Necesitamos garantizar la seguridad pública? Pues creamos sistemas de seguridad pública, secretarías, policías federales, estatales y locales. ¿Necesitamos proteger áreas de conservación ecológica? Creamos secretarías, políticas, programas y utilizamos a nuestra gente para protegerlas. Todo parece muy obvio hasta que no lo es. Los gobiernos son gigantescos, y es muy difícil asegurarse de que todo marche como se planeó. Todavía más, necesitamos que quienes ponen en marcha las políticas gubernamentales tengan cierta libertad para poder lograr los fines que todos queremos alterando mínimamente el manual para adaptarse a la realidad impredecible. He ahí el nudo gordiano: ¿qué tanto es tantito?
Pongamos que necesitamos garantizar la seguridad y soberanía nacionales. ¿Qué precisamos para tal efecto? Tal vez usted pueda echar números con más precisión, pero a mano alzada podríamos decir que un personal y equipamiento militar con funciones claras y evidentes. ¿Que una secretaría o programa público pueden tener más de un objetivo? Sin duda, los problemas son multidimensionales y sus soluciones también deben serlo. Como todo en la vida, la narrativa y los símbolos importan mucho. Casi todas las decisiones públicas deberían acompañarse con procesos de difusión de información y participación ciudadana. Perfectamente pueden ponerse en marcha acciones no solo para garantizar la soberanía nacional, sino también para incrementar la confianza de la ciudadanía en sus cuerpos de
defensa nacional. Hay países que engarzan el patriotismo con el orgullo militar y exacerban sus virtudes, y todo eso puede ser parte de una serie de acciones premeditadas en el marco de las políticas públicas.
El problema es, precisamente, que la narrativa importa mucho. Resolver problemas públicos es complicado, en parte, porque el resto de los objetos de la realidad no se quedan quietos mientras uno trata de reparar uno de ellos. Así, incluso si existen iniciativas para acercar a las secretarías encargadas de la defensa nacional con sus ciudadanos, el tiempo en el que estas iniciativas se ponen en marcha importa mucho, porque justo este tipo de acercamientos son un símbolo. Cuando una iniciativa como ésta ocurre semanas después del desplome de otro helicóptero, y apenas unos días después de los días espantosos que han vivido ciudades de Baja California y Guanajuato, incluso las mejores intenciones pueden tener un resultado opuesto a lo que se esperaba.
La conversación, desde luego, debe ser mucho más madura que solo resaltar que un helicóptero se pudo haber mandado a hacer labores más primordiales y no iniciativas de acercamiento a la comunidad. Como ciudadanía, nos corresponde elevar el nivel de discusión más allá de argumentos obvios o parcos. Por su parte, se espera que los gobiernos tengan la sensibilidad para entender la manera en que sus acciones son percibidas por los ciudadanos encima de todas las otras tareas que les hemos encomendado. ¿Complicado? Totalmente, pero no imposible.
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