No se necesita mucha preparación para entrarle al tema. La idea es simple: los humanos diseñan aplicaciones de computadora que escriben textos, crean ilustraciones o sonidos basados en una serie de palabras clave o instrucciones. Lo hacen tomando como referencia todo lo que está alojado en internet. Así, le pedimos a la computadora que escriba un ensayo sobre las consecuencias del bloqueo o embargo estadounidense a Cuba en un tono formal y la computadora responde con una serie de párrafos que tratan de seguir los lineamientos que le impusimos. Simple. Pura teoría sistémica: le damos un insumo, lo procesa y nos devuelve un resultado.

Mucho se habla en estos días del potencial positivo y también del daño que puede hacer la Inteligencia Artificial (IA) a distintos ámbitos de nuestras vidas. Su uso se encuentra en una etapa temprana en la que parece que solo jugamos a pedirle caprichos imaginativos a la computadora. Sin embargo, algunas de las consecuencias del uso masivo de aplicaciones de IA ya pueden notarse en algunos casos. Desde los retratos que comparten nuestras amistades en redes sociales hasta la ilustración creada por una plataforma de IA ganó el primer lugar del concurso de arte en la Feria Estatal de Colorado este año. Dada su novedad, todavía no alcanzamos a entender las implicaciones del uso cotidiano de estas aplicaciones.

Los editores de tres revistas especializadas en publicar relatos de ciencia ficción recientemente compartieron su preocupación al recibir una cantidad abrumadora de relatos nuevos para publicarse en la revista cuyo origen es claramente un bot, una aplicación produciendo textos. Su sorpresa no radicaba en la calidad de los textos -porque son muy malos, dicen ellos- sino en la cantidad que recibieron. Cientos de correos de gente que, como puede hacer cualquiera con acceso a internet, escribieron una serie de palabras como insumos para que un bot programado para crear textos produjera cuentos de ciencia ficción y los enviaron para publicarse bajo el nombre del humano enviando el texto.

La pregunta que ronda las conversaciones de estos días tiene ese aire apocalíptico que es muy característico de nuestro tiempo: ¿acabarán las máquinas desplazándonos e, inevitablemente, gobernándonos? El miedo no es absolutamente infundado. Desde hace algún tiempo, las computadoras se han vuelto invencibles jugando ajedrez y el temor de muchas personas es que, eventualmente, compongan mejor música, produzcan arte visual más espectacular y escriban mejor que cualquier humano.

El problema, pienso yo, de esta discusión sobre las orillas afiladas de la inteligencia artificial es que sólo nos enfocamos en la máquina y no en su creadora. Al centrar nuestra atención en lo mucho o poco que puedan hacer las computadoras, en lo increíble que pintan o lo absurdamente mal que redactan, olvidamos la pieza fundamental de la teoría sistémica: el insumo humano. Como dice Jorge Drexler: la máquina la hace el hombre y es lo que el hombre hace con ella. Nos espantamos y rasgamos las vestiduras porque los chats de inteligencia artificial responden bruscamente o incluso se vuelven misántropos, racistas.

Olvidamos que las referencias que estas computadoras usan para “crear” son nuestro propio reflejo alojado en internet. El mundo virtual es tan amplio que cabe todo nuestro conocimiento y nuestras mayores proezas, pero también nuestra fealdad, egoísmo, banalidad. ¿Cómo esperábamos que las máquinas heredaran todas nuestras virtudes y ninguno de nuestros defectos si no tienen otra referencia más que nosotros mismos?

Claro que el uso más extendido de estas aplicaciones tendrá repercusiones pronto en ámbitos como la educación. Nos tendremos que replantear cómo se produce el aprendizaje en las escuelas. Si las instrucciones de una tarea vuelven indistinguibles un texto hecho por una inteligencia artificial que por una orgánica, ¿el problema siguen siendo las máquinas?

Descreo con firmeza de quienes aseguran que la creación artística en todas sus facetas está en peligro con el uso extensivo de la inteligencia artificial, pero dejemos ese pedazo de la conversación para la entrega de la próxima quincena.

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@elpepesanchez

 

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