En trazos muy gruesos, la ciencia está cimentada en hipótesis que se someten a experimentación y observación. Tras la repetición rigurosa y controlada de estos ejercicios declaramos que algunas cosas suceden casi siempre del mismo modo y las llamamos teorías, incluso leyes.

Dentro de la investigación científica, la búsqueda de un contrafactual es una inquietud recurrente del investigador. Pese a lo árido de la palabra en sí misma, la idea es simple: si sostengo que comer piña me escalda indefectiblemente la lengua, entonces encontraría un contrafactual cuando el mismo sujeto -yo- controlando las mismas condiciones -comer el mismo tipo de piña, a la misma hora, cortada del mismo modo- no probara bocado de piña y, como resultado, no se escaldara la lengua.

Pese a lo simple de la idea, encontrar un contrafactual en las ciencias no es tan sencillo. ¿A qué viene a cuento este breviario groseramente resumido del método científico, querida ciudad? Sospecho que, en nuestro quehacer ciudadano de elegir gobernantes e indignarnos en redes sociales, entramos en una búsqueda inútil de contrafactuales que nos hagan sentir un poco menos descobijados.

Me explico. A la luz de numerosas decisiones y desgracias ocurridas en el tiempo en que el actual presidente está en funciones, no han faltado voces que se desesperan y gritan: nos hubiera ido mejor con Meade, o con Anaya. Imaginan un mundo en el que el contrafactual favoreciera su opinión: que hubiese sido electo alguien diferente y, por consecuencia, este presente fuese otro. Mejor, aseguran. El problema es que no hay manera de comprobarlo, como suele pasar en la ciencia. No tenemos un México de laboratorio para hacer pruebas con uno y con otro candidato para ver qué tal nos va en el México de a de veras.

No sólo eso. Cualquier científico se rascaría la cabeza pensando: ¿y cómo medimos el resultado de ese México hipotético tan distinto al que vivimos ahora? Aquí comienza la pregunta compleja de ¿cómo sabemos que estábamos peor de como estábamos antes, que todos los problemas sólo se han recrudecido? Claro que hay indicadores muy certeros que le producirían calma a ciertos defensores de ese México imaginado. El crecimiento económico, la tasa de desempleo, la inflación, el número de homicidios, el número de novelas mexicanas publicadas. Pero no tengo la certeza de que, incluso sumando todas esas mediciones, nos quede muy claro que estamos peor que antes. Mucho menos que indudablemente estaríamos mejor de haber resultado electo otro candidato.

Esto no es un alegato de la administración actual. Aunque no tenemos contrafactuales de otros Méxicos en 2019, ya no tenemos la duda de qué habría pasado si hubiera ganado ya sabes quién. ¿Estamos mejor? Pues no lo sé, pero la ciencia funciona también con base en observación de lo ya acontecido. Hasta antes del año pasado, nadie podría saber con certeza cómo sería el gobierno de Andrés Manuel candidato, como sí sabíamos cómo lo habían hecho presidentes priistas y panistas. Teníamos la experiencia previa para juzgar, pues. Ahora, al menos, sabemos de qué pie cojea cada uno. Y tampoco tenemos evidencia que soporte esa hipótesis trillada de que estaríamos mejor con ya sabes quién.

Ojalá -esto es más un deseo que una pregunta de investigación- que dejáramos de desesperarnos pensando que otros presidentes sí habrían construido el aeropuerto, o que esas posibles decisiones que nos gustarían vendrían acarreadas de esas otras cosas terribles que les conocíamos (una corrupción tan ominosa que, hasta ahora, se desconoce su tamaño, por ejemplo). Como ciudadanía, no lleva a ningún sitio seguir discutiendo en este terreno. Tenemos de frente, sin embargo, un contrafactual insospechado. ¿Sería mejor un México sin oposición partidista? Quién hubiera imaginado que nos quedaríamos sin partidos políticos distintos al que ostenta el poder. Y, sin embargo, no se les ve por ningún sitio. Habrá que imaginar, pues, un país que no dependa de esas organizaciones que, por su evidente ausencia cuando más se les necesita, claramente tenían todo en la agenda menos representar los intereses de todos nosotros.

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