Una característica de la modernidad es el bajo nivel de confianza que existe en el entramado social. Hay poca confianza en la política, poca confianza en los mercados, poca confianza en nosotros mismos y en el futuro.
La confianza es un factor fundamental del desarrollo de las sociedades. Solo se pueden construir instituciones, cultura y prosperidad en donde existe un piso sólido de confianza. Cuando no existe, o su nivel es bajo, las instituciones se debilitan, la cultura se degrada y la sociedad tiende a corromperse.
Las crisis políticas e institucionales que estamos viviendo en muchos países, así como el cada vez más débil crecimiento económico global, en gran medida se explica por la crisis de confianza que estamos viviendo en la era de la pandemia Covid-19. Los ciudadanos no confían en los políticos, las personas no confían en las noticias por la epidemia de Fake News y la gran mayoría de los grupos sociales no confían en aquellos que piensan distinto a ellos.
En materia económica sabemos que un índice atinado sobre el comportamiento de los mercados es el de confianza del consumidor como el que publica periódicamente la Universidad de Michigan en los Estados Unidos. Desde un punto de vista estratégico la recuperación de la confianza es central, pero no solo en el ámbito económico, sino en todos los que integran la vida social: político, económico, comunitario y cultural.
La confianza de las personas se despliega en el ámbito personal y en el ámbito social.
Desde el punto de vista personal, la caída de la confianza está ligada a los crecientes niveles de depresión y ansiedad relacionados con la construcción de expectativas superiores a las posibilidades, baja autoestima y adicciones. Este es un tema relevante porque la construcción de confianza en el ámbito social depende del nivel de confianza que cada persona alcance en su ámbito psíquico.
Desde el punto de vista social, la confianza se ha erosionado, entre otras, por tres causas relevantes:
a) El individualismo, base de los sistemas políticos tanto de derecha como de izquierda que hace primar el interés personal por encima del general: todos cuidan su propio interés, lo que destruye la confianza en los demás.
b) El relativismo, signo de los tiempos por el que cada quien tiene “su propia verdad”: alejando a las personas de respuestas predecibles, se puede esperar cualquier cosa de los demás sin sorpresa alguna.
c) El mundo líquido, en el que nada permanece, todo es desechable, no existe algo en lo que podamos construir a largo plazo.
Es muy importante procurar reconstruir la confianza, sin embargo, dicha reconstrucción se puede realizar sobre:
a) Bases débiles: como lo es el establecimiento de reglas de competencia en las que lo central son las reglas del juego, pero no los demás como personas. Este tipo de confianza es la que hemos insitido en construir en los últimos dos siglos y medio y que ha mostrado su propia limitación y agotamiento, o sobre
b) Bases sólidas: en las que el cimiento es el comportamiento de las personas, que se desarrolla en congruencia con una ética objetiva y un sentido del propio valor y dignidad. En este tipo de bases, la lógica social opera sobre la cooperación.
Estamos atravesando un momento de crisis, consecuencia de la pandemia que azotado al mundo. Es, como toda crisis, una oportunidad de reconstrucción.
La reconstrucción de largo plazo implica la recuperación de la confianza sobre bases sólidas.