La columna pasada escribíamos que el mundo en la actualidad parece estar pasando por un profundo malestar demostrado a través de diversas manifestaciones sociales —algunas de ellas muy virulentas— en distintos países. Poníamos como ejemplo a Chile, modelo de desarrollo hasta hace unos meses, hoy caracterizado por manifestaciones que parecen haber salido del control del gobierno. Decíamos también que los motivos profundos —los verdaderos motivos de este malestar— aun cuando poseen aspectos económicos y políticos, parecen responder a causas distintas ya que con la sola lógica económica o la sola lógica política no se termina de explicar la extensión y radicalidad de este fenómeno social.

La causalidad es múltiple, sin embargo intentaremos aproximarnos a través de otras consideraciones.

En 1989 se publicó el libro de Alejandro Llano, La nueva sensibilidad, en el que abordaba el análisis de las últimas causas del malestar social, escondidas a simple vista pero palpables de manera evidente a través de sus consecuencias. En dicho libro escribía haciendo alusión al filósofo y sociólogo Jürgen Habermas: “(…) que la consabida crisis del Estado del Bienestar no es solo ni fundamentalmente un atasco funcional, sino que remite a una complejidad cada vez menos abarcable con nuestros recursos intelectuales y operativos, a una ausencia de panorama para articular sobre él visiones comprensivas y proyectos viables. La falta de panorama, de capacidad de percibir totalidades con sentido, está conduciendo a una generalizada perplejidad (…)”.

En otras partes del libro aludido, Alejandro Llano se adelantaba en el diagnóstico a fenómenos de los que era difícil imaginar en 1989, año de la caída del muro de Berlín, de un panorama optimista —casi utópico— que en realidad se estaba viviendo la crisis de la época moderna a la que posteriormente muchos autores denominaron posmodernidad. La parte interesante de la postura de Llano, así como de otra serie de pensadores como el propio Habermas o Macintyre es el reconocimiento de 1) la existencia de una nueva y cada vez mayor complejidad, 2) la insuficiencia de nuestros modelos de pensamiento totalizantes (económicos y políticos) y 3) la perplejidad que ello genera ante la pérdida de panorama.

Las claves de pensamiento con las que los autores antes citados buscan comprender el complejo fenómeno son fundamentalmente de carácter filosófico y sociológico. La filosofía que tiene como objeto la búsqueda de la verdad a través de sus últimas causas y la sociología que tiene como objeto el análisis del comportamiento de los grupos humanos y la naturaleza de sus relaciones, proporcionan ópticas distintas y complementarias a la visión estrictamente económica o política.

De acuerdo con varios de estos autores, el denominado mundo vital, el mundo de la cultura, los valores, las ilusiones, el modo de ver el mundo de una determinada sociedad —concepto más profundo que el de sociedad civil— se siente y se encuentra alejado de la toma de decisiones de rumbo.

Este mundo vital que es el que late en el fondo de los hombres que conforman la sociedad se encuentra profundamente desencantado por diversas causas. Su modo de reacción suele ser irracional por no encontrar cauces adecuados de expresión a su profunda inconformidad. En nuestra próxima columna continuaremos con este intento de aproximación.

Rector de la Universidad Panamericana-IPADE

Google News

TEMAS RELACIONADOS