El nombramiento de Margarita Ríos-Farjat como nueva ministra de la Suprema Corte lleva a algunas reflexiones sobre lo que puede estar sucediendo en México.
1) Se presionó a Eduardo Medina Mora para que abandonara su cargo, cuando él había afirmado poco antes que no lo haría. Todo lleva a pensar que sí tenía pendientes oscuros y que hubo un intercambio con él: dejar su cargo (para poner a un obradorista), a cambio de su impunidad. De ser el caso, estaríamos nuevamente ante el uso político de la justicia, como antaño. Eso no crea el Estado de Derecho que López Obrador asegura ya hay en México. Habrá que ver qué sucede con Medina Mora durante el resto del sexenio para confirmar o desmentir esta tesis.
2) La terna estuvo formada nuevamente por tres personas cercanas a la 4T. Lo que ha llevado a muchos a temer que estamos ante un proceso de colonización institucional, como el que describen Steven Levitsky y Daniel Ziblatt: “Para que el sistema constitucional funcione tal como esperamos, debe darse un delicado equilibro entre el poder Ejecutivo, el Congreso y el poder judicial… son por así decirlo, los perros guardianes de la democracia (watchdogs) (Pero) con un gobierno unificado, donde las instituciones legislativas y judiciales están en manos del partido del presidente, el riesgo no es la confrontación, sino la abdicación… Una transformación de perro guardián en perro faldero… puede dar pie a un gobierno autoritario” (Cómo mueren las democracias. 2018). Recordemos que en la Corte bastan 4 votos incondicionales al presidente para bloquear acciones de inconstitucionalidad y controversias constitucionales. Ya los tiene.
3) De las tres candidatas, Ana Laura Magaloni recibió gran apoyo de académicos y organismos cívicos que conocen su trayectoria y, sobre todo, su verticalidad e independencia. Pero justo por eso muchos adelantamos que sus posibilidades eran pocas, o acaso nulas. Claramente la favorita era Ríos-Farjat, quien había sido beneficiada de un cambio de ley a modo para poder ocupar el SAT. Los astros se le alinean.
4) Por fortuna, el nombramiento de la nueva ministra no pasó por encima de la ley, como sí ocurrió con la nueva titular de la CNDH. Pero ello también prende un foco rojo; los partidos de oposición tienden cada vez más a alinearse a Morena. Es el caso del PRI (quien también facilitó el nombramiento inconstitucional en la CNDH), y con frecuencia del Movimiento Ciudadano, a partir —dicen— de la estrecha amistad de Dante Delgado con Ricardo Monreal. Y es que varios legisladores tienen cola que les pisen. Son fácil presa del chantaje oficial. En todo caso, el contrapeso que se mantenía en el Senado parece estar cediendo poco a poco.
5) Cuando se denuncia la parcialidad de los nuevos nombramientos en los poderes del Estado o en las instituciones autónomas, los voceros de Morena señalan que en realidad siempre ocurrió así; que las designaciones anteriores eran igualmente parciales. En parte es cierto, pero en lo que se avanzó fue en un mayor equilibrio por cuotas partidarias. Se rompió el monopolio priísta. Las cuotas no eran lo óptimo, y por eso surgió el movimiento cívico “sin cuates ni cuotas”, proponiendo un método de nombramiento alejado de los partidos (que a veces ha sido aplicado con éxito). Se esperaría que un partido progresista impulsara ese nuevo método, pero la lógica de Morena es que si antes no había un 100 % de autonomía, no tiene por qué haberla hoy. En lugar de desaparecer a los alcahuetes, ahora AMLO los nombra. Si había por decir un 40 % de autonomía, en lugar de buscar un 60 % para avanzar, se regresa al 0 %. Un retorno al monopolio del partido oficial. Vaya con el “nuevo régimen”.
Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo