Ya que Claudia Sheinbaum ha elegido a nuestro Himno Nacional como defensa ante una probable invasión de los norteamericanos al mando de Trump –quizá al estilo del presidente James Polk en 1846-, no está de más divulgar la historia del mismo, más allá de lo que todo mundo sabe.
Santa Anna conoció al músico catalán Jaime Nunó en Cuba –que todavía pertenecía a España– y lo invitó a ser director de una orquesta militar en nuestro país.
En la última presidencia de don Antonio, organizó una conmemoración para celebrar el 25º Aniversario de su triunfo sobre el almirante español Isidro Barradas, que en 1829 quiso reconquistar México y fue derrotado por el general veracruzano.
A raíz de esa hazaña (olvidada en nuestro calendario político), el Congreso lo nombró “Benemérito de la Patria en Grado Heroico”. Y de ahí la mención del “Héroe de Zempoala” que incluyó el Himno.
A Santa Anna se le ocurrió que en esa celebración se hiciera un concurso para elegir al himno oficial de México.
Desde luego, para ese entonces ya había habido varios intentos de crear un himno, pero no fueron reconocidos como oficiales. Cuando el español Francisco Javier Mina, que había luchado contra Napoleón en su tierra y vino a apoyar a los insurgentes mexicanos, obtuvo un sonado triunfo en San Luis Potosí en 1817, se compuso una Marcha por Joaquín Infante, que justamente hablaba desde la perspectiva de los extranjeros que con Mina vinieron a luchar por nuestra Independencia.
Hubo muchos otros intentos de darnos un himno, entre ellos uno compuesto por Guillermo Prieto, que llamaba a luchar contra los franceses. La mayoría de himnos que se hicieron durante esos años fueron compuestos por extranjeros (alemanes, austriacos, ingleses, italianos).
Finalmente, en el concurso de 1854 se apuntó para hacer la música Nunó, y Bocanegra, que tenía mucha desconfianza de sí mismo, fue casi obligado por su novia a escribir la letra (pasaje que todos conocen).
Otros autores intentaron hacer trampa comprando a algunos jueces, si bien al final quedó como Himno oficial el de Nunó-Bocanegra. Por cierto, nunca les dieron a los autores el premio monetario que se ofreció.
Tras la caída de Santa Anna, al año siguiente, Bocanegra, hijo de español y claramente conservador, estuvo escondido en varios sitios. Nunó huyó a Estados Unidos y allá vivió hasta una edad avanzada.
Dado el origen conservador de nuestro actual Himno, los liberales lo desecharon y buscaron otro. Juan Álvarez, triunfador de la Revolución de Ayutla, contó con su propio Himno: “Ya gozosa mi patria respira, ya sus hijos bendicen al cielo, porque vuelve la paz a este suelo, que le quita el cobarde que huyó” (Santa Anna, obviamente).
Comonfort, desde su presidencia, ordenó también crear su propio Himno. Y cuando llegó Miramón al poder en 1860, el propio Bocanegra le hizo un himno en donde exaltaba al joven mandatario (tenía 28 años).
Juárez, tras la caída de Maximiliano, ordenó a Aniceto Ortega (exfuncionario del II Imperio) componer otro himno con orientación liberal; “La marcha de Zaragoza”, en honor del héroe de la batalla del 5 de mayo.
Una de sus estrofas decía: “Al estallido del cañón mortífero, Corrían los zuavos en gran confusión, Y les gritaban todos los chinacos, Vengan traidores, tengan su intervención”.
Fue Porfirio Díaz quien optó por rescatar y oficializar el Himno de Nunó-Bocanegra, probablemente por su rivalidad con Juárez. Y desde entonces, el canto conservador quedó como el Himno definitivo (si bien don Porfirio ordenó cambiarle la letra en algunas estrofas, pero reculó ante el enojo de la ciudadanía).
Esta es pues una rápida revisión de esa poderosa arma que tenemos para enfrentar al desquiciado Trump, en caso de que se le ocurra invadirnos, para contener al narcotráfico, sea con tropas o con drones.
Analista. @JACrespo1