Primero una aclaración: explorar escenarios sobre los distintos prospectos no quiere decir promocionarlos o apoyarlos (suele haber dicha confusión). Durante el desfile presidencial del 27 de noviembre fue claro que se utilizó el aparato del Estado para nutrir más lo que de cualquier manera sería una fuerte asistencia (de lo cual hay pruebas fehacientes que los obradoristas simplemente no quieren ver). Pero también quedó clara la disposición de este gobierno para llevar a cabo una elección de Estado en 2024. De hecho, eso ya empezó a través de recursos públicos invertidos en las campañas adelantadas de los precandidatos oficiales.
En el caso de Claudia Sheinbaum es más que evidente, pero ella, su jefe y su partido consideran que aplicar estrictamente la ley es una campaña sucia y ataque por parte del INE, pese a que fue el obradorismo el que impulsó el artículo 134 que ahora les estorba: “La propaganda… en ningún caso incluirá nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personalizada de cualquier servidor público”. La clave del asunto es el uso de recursos públicos, que no sólo es falta administrativa sino delito electoral. Y el artículo 6 condiciona la libertad de expresión a la no comisión de un delito (electoral, en este caso).
Sheinbaum ha subido en las encuestas como consecuencia de su permanente campaña nacional, en tanto que Marcelo Ebrard, viajando por el mundo, se ha quedado atrás. Se rumora que al inicio del año que entra renunciará a su cargo como canciller para recorrer el país. ¿Tiene posibilidades de ser el elegido de su partido? La mayoría de colegas considera que son muy escasas, y dan ya por sentado que será Claudia la elegida, dada su sumisión al presidente (quien ha cuestionado a Lázaro Cárdenas por haber elegido a Ávila Camacho en lugar de a Francisco Mújica). Desde luego, si Adán López subiera en las encuestas lo suficiente, él podría ser mejor opción que Claudia (para AMLO, desde luego).
Yo coincido por tanto en que las probabilidades de Ebrard son pocas, y sin embargo imagino un escenario, no del todo imposible, en que él podría ser “el bueno”. Calculo que AMLO no ha tomado la decisión final, sino que esperará hasta el último momento para utilizar su dedo, dependiendo de las circunstancias de ese momento. Su prioridad desde luego, más allá de sus preferencias personales o políticas, es que su partido gane en 2024. Lo contrario sería una tragedia personal para él, pues su proyecto político se vendría abajo.
El escenario en que Marcelo pudiera ser el candidato de Morena exigiría, en primer lugar, que remontara en las encuestas hasta sobrepasar a Sheinbaum. El empate no bastaría, pues en ese caso la preferencia de AMLO se inclinaría por ésta última (en condiciones iguales, mejor la más cercana ideológicamente). Pero de alcanzar Marcelo una ventaja importante, entonces AMLO podría decidirse por él. Pero en eso hay otra variable clave: la unión o no de la oposición, algo difícil, aunque no imposible, y tampoco está claro que MC se una a la alianza.
De ser así, postular a Sheinbaum ―estando muy por debajo de Ebrard en las encuestas― implicaría un enorme riesgo de derrota. Lo racional sería elegir a Marcelo; más vale un triunfo con él que una derrota con la favorita. En cambio, si la oposición se presenta fragmentada, con dos o tres candidatos, Claudia, incluso de ir abajo que Marcelo en las encuestas, podría como sea ganar. En tal escenario es más probable que AMLO se incline por ella.
Así, paradójicamente, a Marcelo le convendría una oposición unificada. Aun así no tendría Morena el triunfo garantizado, pues en efecto una oposición unida puede ganar, pero sería el mejor escenario para Ebrard ¿Se reunirán esas dos condiciones para que resulte “destapado”? Él puede intentar rebasar a Sheinbaum en los sondeos, pero la unidad opositora escapa a su control (si acaso, podría tratar de convencer a su amigo Dante Delgado de no dividir el voto opositor).
@JACrespo1