Ponemos gran atención en la elección del Estado de México por obvias razones; su tamaño demográfico, presupuesto y simbolismo político provocan que muchos la consideren un adelanto de la presidencial de 2024. No necesariamente; van varias veces que el partido que gana el Estado de México pierde la presidencia (1999, 2005, 2017).

Sin embargo, la importancia y significado que se le ha otorgado a esta elección sí puede influir en gran medida en el ánimo de partidos y ciudadanos; si gana Morena se dirá que ya no queda por hacer para la oposición; si pierde Morena muchos darán por hecho que la alianza opositora también triunfará en la presidencial.

Ninguna de las dos conclusiones es obligada; la dinámica electoral de los estados es distinta a las elecciones federales (lo volvimos a ver en 2021). Pero el resultado sí puede influir mucho, pese a que influyen otras variables.

En esta elección, como en todas, hay ventajas y desventajas para cada contendiente. El mayor problema para Morena es su candidata, pues ha sido calificada como parte central de un delito electoral (es decir, grave) y de un desfalco en la SEP.

El TEPJF determinó lo primero, pero al mismo tiempo aclaró que no le tocaba aplicar ninguna sanción personal (eso corresponde a la Fiscalía Electoral, hoy en manos de Morena, que duerme el sueño de los justos). Pero todo indica que al grueso de los electores mexiquenses eso les tiene sin cuidado (o ni siquiera están enterados).

En cambio, Morena tiene muchas ventajas, pues probablemente volcará al gobierno federal y los estatales bajo su mando para elevar sus probabilidades de triunfo (como lo hizo el PRI en 2017).

Otra ventaja es que el Edomex podría ser parte de la oleada pro-Morena que hemos visto desde 2018, donde una mayoría ciudadana, cansada de los partidos tradicionales, quiere aferrarse a una esperanza, aunque en realidad ese partido esté formado por los mismos personajes surgidos del PRI, PAN y PRD. El ilusionismo de las nuevas siglas y colores es muy potente como lo hemos constatado estos años.

La oposición en cambio presenta varios obstáculos; está la duda sobre cómo se comportará el gobernador saliente, Alfredo del Mazo. Si lo hace como sus pares en otras entidades (entregar la plaza a cambio de impunidad), pues sus probabilidades de triunfo prácticamente se reducen al mínimo.

Es una incógnita sin despejar, pero no puede descartarse. Recientemente hubo un giro central respecto a Movimiento Ciudadano que recién decidió no competir por la gubernatura.

Su candidato Juan Zepeda dijo calcular que su presencia provocaría que lo culparan de una eventual derrota de la oposición, lo que estorbaría al proyecto de su partido hacia 2024.

En principio, eso podría ayudar a la oposición, si bien encuestas señalan que los votantes de MC están en contra de Morena lo mismo que del PRIAN (El Financiero).

Es decir, no necesariamente se irán a la coalición anti-Morena, sino que podrían abstenerse, en cuyo caso las cosas seguirían esencialmente igual. Pero MC y el PRI intercambian descalificaciones y acusaciones, lo que evidentemente favorece a Morena.

Me parece que lo más racional para MC hubiera sido sumarse a la coalición anti-Morena; en caso de perder la alianza nadie lo podría responsabilizar ni directa ni indirectamente.

En caso de ganar habría incentivos para los demás partidos de tomar en cuenta el proyecto de MC, que divulgará tras la elección. Y ya no habiendo dudas sobre la línea de MC, podría a su vez condicionar su integración en 2024 a que el PAN deje en manos de organismos civiles el proceso para designar al candidato presidencial, pudiendo inscribir a sus propios prospectos.

Pero no fue así. Pese a todo lo cual, esta elección no está decidida, pues aún faltan numerosas variables por despejar, lo mismo que en la presidencial de 2024.

Analista político. @JACrespo1

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