En México la crisis nos tomó en una posición altamente vulnerable por los errores y precipitaciones del primer año del gobierno. Se agrega la estrategia (o falta de ella) del presidente para hacerle frente. Para la mayoría de expertos, el “modelo mexicano” —que AMLO supone será ejemplo mundial— puede complicar la crisis en lugar de paliarla. No es que los críticos estén en contra de los programas sociales, sino que éstos por sí mismos serán insuficientes para enfrentar eficazmente la crisis. De nuevo, no son las metas las que se cuestionan —como cree AMLO—, sino los cómos. De ahí que propongan posponer obras públicas y que haya un diferimiento fiscal para evitar el desempleo, al estilo keynesiano. Se confunde en la retórica oficial la defensa que se hace del empleo —surgido de las más de 4 millones de empresas de todo tamaño— con la defensa de los privilegios de los empresarios cupulares (varios de los cuales, paradójicamente, son aliados privilegiados del actual gobierno).
Al no modificar AMLO su política, como si no pasara nada, se podría eliminar el grado de inversión a la deuda de Pemex, y ésta arrastrar la deuda soberana con graves consecuencias económicas. Descuidar el empleo sólo profundizará la crisis y generará más pobres (hasta 20 millones de nuevos pobres, según calculan diversos analistas). Los alrededor de 350 mil empleos creados el año pasado (menos que los generados en 2018), se perdieron en este trimestre. Y los dos millones de nuevos empleos ofrecidos por AMLO para este año, constituyen una bonita ilusión fuera de alcance (cuando más se lograron, en 2017, fueron menos de 900 mil). El porcentaje del PIB destinado al “modelo mexicano” será de máximo 1.5 %, frente al 7 u 8 % que destinarán otros países latinoamericanos. La apropiación arbitraria de varios Fideicomisos no bastará para enfrentar la emergencia. ¿Qué sigue después? ¿Las Afores?
Con todo, algunos opinadores alineados con la 4T aseguran que las medidas tomadas por el presidente son las adecuadas; que no se generará la zozobra que otros temen. Que la realidad que ven los críticos y disidentes está orientada más por su ideología antipopular que por un conocimiento preciso de las relaciones causales en materia económica. Que AMLO, a partir de sus otros datos, tiene una visión más clara de la realidad. Ojalá tengan razón, si bien los principios económicos no cambian a partir de la voluntad de un mandatario ni por decreto presidencial. Una explicación alternativa de las decisiones de AMLO es la inversa; que hay en él una disposición ideológica contra el sector privado por encima de la estricta racionalidad económica. De ahí que compare una eventual ayuda a empresarios de diverso tamaño con el Fobaproa, siendo la situación muy distinta. Además, dentro de su visión binaria de la realidad, modificar su política energética y económica no se percibe como una modificación técnica ante las nuevas circunstancias, sino como una derrota ideológica frente a ‘los conservadores’ (“¿Y su nieve de qué la quieren?”, les pregunta).
El nuevo choque con el sector privado probablemente profundizará y prolongará la crisis en lugar de paliarla. De ahí que se tema que durante ésta se acelere la destrucción de programas, instituciones y normas que molestan política e ideológicamente al presidente, en aras de la transformación social prometida (“la crisis nos cayó como anillo al dedo”, asegura, en esa lógica). El riesgo es que al final quede sólo el desmantelamiento, y no veamos el resurgimiento que se supone vendrá de ahí. A ver si no con tales medidas, bajo el lema de “Primero los pobres”, éstos terminen por multiplicarse.
Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1