A falta de un pronóstico fundamentado, surgen distintos escenarios sobre el desenlace de la elección. Y es que hay algunas variables aún sin despejar.

Desde luego en estas elecciones las encuestas perdieron toda credibilidad, por sus diferencias y por estar algunas compradas por los competidores. No las tomo en cuenta en absoluto. Llevará tiempo poderlas considerar en serio de nuevo.

Por otro lado, han surgido al menos tres proyecciones que toman en cuenta la tendencia electoral desde 2018 a partir de los votos oficiales emitidos en distintos estados, y todas ellas coinciden en que dicha tendencia es favorable a Xóchitl Gálvez, si bien eso depende también del nivel de participación.

Estos estudios calculan que una participación por debajo de 60% favorece a Claudia Sheinbaum. Arriba de esa cifra puede dar una victoria apretada a Xóchitl, y una participación cercana al 70% se la daría con mayor holgura.

Tenemos por otro lado dos variables claves, pero desconocidas; el llamado voto oculto, aquel que el ciudadano no deja entrever bajo ninguna circunstancia y sólo se conoce el día de la elección.

Según su magnitud, puede cambiar radicalmente la percepción prevaleciente y contradecir a las encuestas (como en Salvador, Turquía y Argentina, recientemente).

¿Cuántos votos ocultos en favor de Xóchitl hay hoy? Imposible saberlo. Por eso se llaman ocultos.

Por otro lado, sabemos que enfrentamos una Elección de Estado como hace mucho, y la pregunta es cuántos votos ilícitos podrá captar Morena. Imposible saberlo. Pueden ser suficientes para darle un triunfo artificial a Claudia Sheinbaum.

En cualquier caso, un resultado cerrado en favor de cualquiera de las punteras generará rechazo de la otra parte y una situación política delicada, que pese a que se apliquen las leyes pertinentes, puede desbordarse en alguna medida.

Ninguno de los dos bandos reconocerá la legitimidad del candidato contrario, y abundarán las acusaciones de fraude (Elección de Estado, dirá la oposición, y Golpe técnico junto con una conjura internacional, dirá el obradorismo).

Lo ideal sería un triunfo holgado de quien haya de ganar, pero eso se ve como lo más improbable. A menos que el voto ilícito de Morena sea muy cuantioso o que el voto oculto en favor de Xóchitl lo sea igualmente.

Pero pueden neutralizarse mutuamente. Si no estuviéramos en una elección de Estado, como las del viejo priismo, yo daría por seguro el triunfo de Xóchitl.

Pero sí lo estamos, y entonces el resultado es incierto. Si gana Xóchitl por poco margen, se tratará de voltear el resultado o anular la elección. Incluso, Morena podría nombrar a Bartlett como presidente interino del TEPJF para tirar el sistema y desaparecer cuantas actas haga falta.

Pero si llega a anularse la elección, será la primera vez que ocurra, con la incertidumbre que eso implica. Y eso nos llevaría por varios meses a un vacío de poder, por más que dicha situación esté prevista por la ley. Recordemos que la legalidad puede ir por un lado y la política por otro, incluso en línea opuesta.

Y eso implica que, de no resolverse legal y satisfactoriamente la elección, la polarización y división presentes, generadas por AMLO en este sexenio, puede provocar una situación de inestabilidad política, como no la teníamos desde 1994 (y su consecuente crisis económica, pues hay varios cartuchos prendidos por ahí, como nos lo advirtió Carlos Urzúa).

Lo mejor que puede hacerse es votar; a mayor participación, menos riesgos..

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