Asegura AMLO y sus seguidores lo repiten tal cual, que el IFE (y otras instituciones autónomas) fueron creadas para disimular el autoritarismo vigente, o incluso para fortalecer el antiguo régimen.
Y que todo en los últimos 30 años fue una simulación democrática, como si no hubiera habido ningún cambio
En lo que toca al IFE, es cierto que al surgir en 1990 aún tenía como cabeza al secretario de Gobernación, y los seis magistrados ciudadanos orbitaban alrededor del PRI. Pero las instituciones pueden reformarse y evolucionar (sí se tocan), y así ocurrió con el IFE.
A raíz del surgimiento público del Frente Zapatista, en 1994, los comicios de ese año se vieron en riesgo y hubo otra reforma electoral; se removió anticipadamente a los ciudadanos magistrados y se nombraron seis consejeros; dos por cada partido grande. También se eliminó el voto de los representantes partidistas y legislativos.
Con la reforma de 1996 se separó al IFE del gobierno y hubo nuevo recambio de consejeros; tres del PRI, dos del PAN y cuatro de la Izquierda (PRD-PT). Los consejeros propuestos por el PRI (José Woldenberg, Jacqueline Peschard y Mauricio Merino) resultaron ser los más imparciales de todos (según estudios de sus votaciones), al grado de respaldar la multa de mil millones al tricolor por el Pemexgate. Y es que tales consejeros fueron propuestos no por el PRI sino por el presidente Zedillo. Ese IFE salió en hombros tras la elección de 2000.
Pero en 2003 el IFE sufrió el mayor golpe a su credibilidad; PRI y PAN se pusieron de acuerdo para dejar fuera al PRD. Había un desacuerdo entre el PRI y el PAN para dejar fuera al PRD bajo cualquier pretexto, y así ocurrió.
Evidentemente, eso generó mucha suspicacia sobre la imparcialidad del instituto en 2006, con una elección cerrada que en todo el mundo genera acusaciones y dudas. Y en efecto, a mi parecer tanto el IFE como el TEPJF se quedaron cortos en la apertura de los paquetes electorales para dar transparencia y certeza.
A raíz de lo cual, vino una nueva remoción anticipada de consejeros en 2008 (pero gradualmente), y se volvieron a incluir propuestas del PRD en una proporción más o menos equilibrada con los demás partidos. Es decir, el IFE retomó el camino perdido en 2003-2006.
En 2012 hubo un margen más amplio entre punteros (casi 7 %) pero AMLO volvió a gritar fraude. En 2014 hubo una nueva reforma electoral dando lugar a un nuevo INE, con más responsabilidades, que fue integrado por propuestas de los tres partidos mayores.
Así, ese INE quedó nuevamente integrado sin propuestas de Morena, lo cual no fue impedimento al triunfo de AMLO, pues se garantizaron condiciones esenciales de equidad y transparencia.
AMLO afirma que ganó pese a las trampas del INE, que no ha explicado en qué consistieron. Y que su triunfo se debió exclusivamente al tsunami de votos a su favor. Olvida que en 1988 hubo otro tsunami de votos a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, pero no habiendo IFE, el gobierno pudo arrebatar el triunfo al ingeniero. En 2018 nadie puso en riesgo la victoria de AMLO. Gran diferencia.
Extraña situación en este México surrealista: el ganador culpa al árbitro de hacer trampas y los perdedores lo defienden. AMLO ha amenazado con controlar al INE, subordinarlo. No ha podido hasta ahora, pero en cambio lo está debilitando institucional y presupuestariamente. Lo que le abriría un amplio margen a su partido para cometer ilícitos impunemente.
Está pendiente ese cambio, que en caso de concretarse implicará un retroceso de décadas en materia electoral. Puede y debe reformarse el INE, pero no en el sentido regresivo en que lo pretende nuestro presidente bolivariano.
Analista. @JACrespo1