No cabe más que celebrar que el nombramiento de cuatro consejeros del INE haya salido esencialmente bien, con amplio consenso, sin cuotas ni cuates directamente vinculados a partidos o personajes políticos. Eso, pese a los intentos de John Ackerman de echar abajo el proceso por no haber logrado meter a su cuota personal. El temor de que Morena intentara imponer a sus “cuates” no surgió de la nada; así lo han hecho con otras instituciones, y el embate discursivo de AMLO contra el INE es una constante. El proceso salió bien en buena medida gracias al Comité Técnico de Evaluación (CTE), cuya creación fue la culminación de una exigencia de académicos y organizaciones cívicas por “despartidizar” al INE tanto como fuera posible.

En efecto, tras haberse perdido el consenso en el Consejo General en 2003, al acordar el PRI y el PAN dejar fuera al PRD, algunos académicos propusimos la creación de una comisión formada por expertos apartidistas que llevaran a cabo la selección de candidatos, y así elevar la probabilidad de nombrar consejeros sin militancia, sin compromisos directos con partidos y jefes políticos, como fue la tónica desde 1991. A esa propuesta se fueron sumando diversas organizaciones cívicas bajo el lema “Ni cuates ni cuotas”. En lo particular escribí una reflexión sobre ello a propósito de un atorón en el nombramiento de tres consejeros en 2011: “La recuperación de la credibilidad, autonomía e imparcialidad del IFE pasa por una fórmula nueva, que quite a los partidos esta prerrogativa de la que han abusado de manera burda, para dársela a la sociedad civil a través de una comisión formada por instituciones académicas de prestigio… Dicha comisión podría encontrar más fácilmente a personas con trayectoria, méritos profesionales, autonomía e imparcialidad” (Ciudadanizar al IFE, EL UNIVERSAL, 27/Septiembre/2011).

Y también: “Hay dos ventajas fundamentales que se podrían conseguir bajo la nueva fórmula: A) Se eleva significativamente la probabilidad de nombrar gente preparada y con experiencia, comprometida a aplicar la ley con neutralidad, sin que vea en su paso por el IFE parte de una carrera partidista que comprometa su imparcialidad; B) Quienes por esa vía sean nombrados consejeros sabrán que nada le deben a tal o cual partido, y tendrán legitimidad propia así como un mayor margen para tomar decisiones a partir de su propio criterio y no de compromisos previos o gratitudes malsanas… Tras realizar exámenes de conocimiento, ensayos de temas electorales o entrevistas personales, la Comisión formará una lista final con los candidatos idóneos (que mejor reúnan los requisitos de experiencia, trayectoria profesional, probidad y autonomía)… Si faltan vacantes por ocupar sin que se haya logrado esa mayoría calificada, se procederá a una insaculación entre quienes integren la lista final”. (Despartidizar al IFE EL UNIVERSAL, 1/Noviembre, 2011).

Afortunadamente en la reforma de 2014 se incluyó finalmente la figura del CTE, y ahora hemos visto que mucho ayudó a dar consenso y despartidizar en lo posible al INE. La existencia del CTE y su composición hicieron que cualquier intento de colonizar al INE por parte del partido oficial resultara políticamente muy costoso. Pero aún puede mejorarse. Para evitar arrebatos y obstrucciones como las de Ackerman, propongo que el artículo 41 prohíba explícitamente que los miembros del CTE militen en algún partido al menos en los últimos años (¿cinco?). Se vio ahora muy clara la tentación del único militante de favorecer a su partido, así como la diferencia de actitud de sus miembros no partidistas. Fue un buen precedente para avanzar en lugar de retroceder en la ruta democrática.

Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1

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