En el pleito permanente entre los críticos y el presidente, cada polo elige la explicación que más le conviene para explicar tan conflictiva relación. Entre quienes votaron por AMLO está el sector de incondicionales que en todo le da la razón y le cree. Pero también hubo un importante sector que votó por castigo al PRIAN, y no emitieron por AMLO un voto incondicional. Le dieron el beneficio de la duda y quizá han descubierto cosas en AMLO que no creyeron posibles. Son los que se le han ido alejando poco a poco (y metidos en el saco común de golpistas). El sector que no votó por él veía a un posible gobernante populista, demagogo y no muy democrático, y visualizaba una relación con la prensa y con los críticos agria, dura, conflictiva, como en efecto ha ocurrido. Es decir, había elementos para detectar ese tipo de personalidad, pero no todos lo captaron cabalmente. A un grupo de organismos civiles de distintos temas que votarían por AMLO, les expliqué que yo no lo haría porque tarde o temprano, se iría contra ellos. Yo así lo señalé en el libro 2018: ¿AMLO presidente? (2017) y recogí varias opiniones de otros autores.
Por ejemplo, el analista Ezra Shabot escribió sobre el talante de AMLO: “El caudillo interpreta cualquier cuestionamiento opositor, no como la dinámica propia de un juego democrático encaminado a contrastar posiciones y desacreditar al adversario. Para el líder autoritario, cualquier intento de demostrar un error o debilidad es por sí mismo un acto ilegítimo cuyo objetivo forma parte de una conspiración destinada a sacarlo del poder o impedirle llegar a él” (Jul. 2017).
Por su parte, Denise Dresser apuntaba: “La peor característica de AMLO (si bien tiene unas muy buenas) es pensar que la crítica no puede ser constructiva, es pensar que los críticos son enemigos”. (Mayo, 2017). Y Federico Berrueto alertaba: “A López Obrador lo asedian los fantasmas que él mismo crea, y confunde el escrutinio público, al que todo personaje público está obligado, con una conspiración en su contra”. (Mayo, 2017). Y sin mencionar a AMLO específicamente, pero hablando del prototipo populista, Juan Ramón de la Fuente escribió en tono de advertencia: “En los movimientos populistas, entre el resentimiento colectivo y la frustración masiva que los nutren, se genera asimismo una cierta propensión a que surjan en su seno actitudes hostiles que puedan llegar al odio. Desarrollan una gran intolerancia hacia los otros… Los líderes populistas, siempre con un peculiar carisma que polariza… son por definición, intolerantes a la crítica” (Jul. 2017). En efecto, así ha ocurrido, en general.
A mí me parecía que el nivel de tolerancia de AMLO hacia la crítica era cero; ya lo había mostrado con grupos y movimientos que por alguna razón no se le plegaban. Ya había dicho que quien no estaba con el movimiento estaba en su contra, con todo lo que eso implica (enemigo de los pobres, beneficiarios de la corrupción, desinterés por la Patria, etc). Desde luego, AMLO tiene derecho a replicar las mentiras, sesgos, información manipulada. A veces lo hace, pero casi siempre lo niega sin mostrar pruebas. Y también responde con infundios y calumnias a muchos de sus críticos sin después, corregirlo. Muchos aún expresan esperanzas de que en algún momento AMLO cambiará a una actitud de mayor apertura, diálogo, y conciliación. Ojalá fuera el caso, pero no se ve sencillo. El pleito está en su naturaleza (como el escorpión de Esopo).
Analista.
@JACrespo1