Parte de la narrativa obradorista contra el Frente Amplio es acusar la alianza PRI, PAN y PRD como una gran aberración. Y es que por décadas fueron adversarios ideológicos.
El PAN nació en 1939 como oposición a la política estatista y autoritarismo del régimen posrevolucionario. Y, pese a que ese modelo se fue al centro con Ávila Camacho y más aún con Miguel Alemán, persistieron fuertes diferencias entre el blanquiazul y el partido oficial.
Dice López Obrador, en su crítica a la alianza PRI- PAN, que se presentaban como distintos cuando en realidad eran iguales y ahora eso se demuestra con su coalición (desde 2021).
La verdad es que a partir de Salinas de Gortari, los dos partidos convergieron ideológicamente en el llamado neoliberalismo (con sus bemoles cada uno).
Después de López Portillo, las diferencias entre ellos eran más de tipo político, como lo fue el fraude de Chihuahua de 1986 que llevó al PAN a radicalizar sus posiciones en la presidencial de 1988.
Pero tras ese pleito, PRI y PAN pactaron lo que se conoció como Concertacesión; el PAN apoyó a Salinas en su política económica y a cambio el PRI le empezó a reconocer victorias a nivel estatal como fueron la de Baja California en 1989, de Guanajuato en 1991 y de Chihuahua de 1992.
Poco después ya se empezó a mencionar lo del PRIAN, un reconocimiento de que había varias coincidencias entre ambos partidos pese a su rivalidad política.
En 1994 el PAN fue condescendiente con el PRI, e incluso pudo haber habido un acuerdo para mandar a Cuauhtémoc Cárdenas al tercer sitio (lo que ocurrió después del primer debate presidencial).
En 2000 no podía haber alianza, pues ambos partidos eran punteros, pero Zedillo tuvo un trato deferente con el PAN. No hubo confrontación.
En 2006 varios gobernadores priistas operaron a favor de Felipe Calderón, lo que le dio un triunfo apretado e incierto.
Calderón tampoco le complicó las cosas al PRI en 2012, al ver que la candidata panista (que no era su favorita) cayó al tercer lugar.
Y en varios temas ambos partidos se pusieron de acuerdo para el Pacto por México con varias reformas constitucionales (como la energética, principalmente).
De ahí que se hablara, con cierta razón, del PRIAN. No hay razón por tanto para sorprenderse ahora con dicha alianza.
Es cierto, sin embargo, que un nuevo choque entre ambos partidos surgió en 2017 a raíz de la elección de Coahuila que el PAN reclamó como suya y alegó fraude (con bastante fundamento).
El pleito se hizo incluso personal entre Ricardo Anaya y el propio Peña Nieto, que hizo imposible la alianza tácita de otras ocasiones, y favoreció enormemente el triunfo holgado de AMLO.
Ahora, ya sin los protagonistas de ese pleito, el PRI y el PAN se unen para enfrentar a un partido poderoso, contrario ideológicamente a ambos y que amenaza a la democracia que todos pactaron de 1994 en adelante.
Ni el PRI post-Salinas ni el PAN concuerdan hoy con el viejo nacionalismo-revolucionario, en parte revivido por AMLO.
En cambio, AMLO no menciona que sí hubo varias alianzas entre el PAN y el PRD, empezando por la de San Luis Potosí en 1991, pero que continuó en varios estados.
Ahí es el PRI el que acusaba, con mayor razón, una combinación de “agua y aceite”. Incluso se exploró una coalición entre PAN y PRD en el año 2000.
Pero las razones para dichas alianzas no eran de tipo ideológico, sino pragmático; había que enfrentar juntos al poderoso partido oficial para irle quitando espacios, lo que en buena parte ocurrió.
Sí había contradicción ideológica, pues el PRD representaba en buena parte al partido oficial contra el que surgió el PAN (el cardenista, y para ello estaba como prueba el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas). Pero de eso, ni AMLO ni sus súbditos se acuerdan.
Y por supuesto, nada dicen los obradoristas de la aberración esa sí flagrante, de la alianza de Morena, partido presuntamente inmaculado, con el más impresentable de los partidos de la era moderna; el Verde. E hizo alianza también con el ultraconservador Partido Encuentro Social. De eso nada.
Analista
@JACrespo1
