Las primeras muertes provocadas por el Covid-19 la semana pasada en Níger, un país sin litoral que ocupa el puesto 189 en el Índice de Desarrollo Humano, marcaron un nuevo hito en la crisis del coronavirus. Una pandemia que se ha propagado en cuestión de semanas por algunas de las principales economías avanzadas y emergentes del mundo, trayendo consigo un sufrimiento humano inconmensurable, está golpeando ahora a algunos de los países más pobres y frágiles del mundo. Y lo hará con fuerza.
La crisis económica y financiera mundial de 2007-2008 demostró que ningún país es inmune a los efectos de una catástrofe mundial. La crisis de hoy se desarrolla en un contexto de comercio mundial ya restringido, donde también hay un estancamiento de los presupuestos de ayuda exterior, una caída de los precios de los productos básicos, conflictos prolongados y un espacio fiscal limitado en los países en desarrollo.
Un gran número de personas vulnerables con trabajos precarios volverán a caer en la pobreza en los países clasificados hoy como “de ingresos medios,” lo que nos recuerda una vez más lo engañoso que es clasificar a los países por sus ingresos en lugar de por su resiliencia. Las mujeres estarán entre las más afectadas. Los pequeños estados insulares en desarrollo, cuyas economías dependen hasta en 40% del turismo, corren el riesgo de caer en el colapso económico. Así como esta enfermedad no conoce fronteras, tampoco hace distinción entre los países asolados por la guerra. Ya se ha registrado el primer caso en Siria, donde una década de guerra ha arrasado con el sistema de salud.
Llevará tiempo comprender la escala y la magnitud del daño a nuestras economías y sociedades, así como reconstruirlas para que sean más sostenibles y resilientes. Tan sólo cinco años después de la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, no podemos esperar a adoptar medidas que podrían marcar la diferencia. Debemos apoyar una respuesta colectiva. Como nos recuerda el primer ministro de Etiopía y premio Nobel, Abi Ahmed, si se deja invicto en África, el Covid-19 resurgirá en otros lugares.
Proponemos estas seis medidas para que gobiernos y líderes empresariales actúen ahora.
1. Los gobiernos deben aumentar el gasto en ayuda exterior y hacer todo lo posible por mantenerlo en el tiempo. El lanzamiento de una respuesta humanitaria contra el Covid-19 por un valor de 2 mil millones de dólares pone de relieve las necesidades inmediatas de los países más vulnerables ante una oleada de la enfermedad que ya ha paralizado los sistemas de salud más avanzados. Esos esfuerzos humanitarios deben mantenerse a lo largo del tiempo. No podemos permitirnos que se repitan las "oleadas del Ébola" que se han visto en algunos países en los últimos años, donde la afluencia de ayuda humanitaria se seca rápidamente y hay pocos recursos después de la oleada inicial para apoyar a las comunidades – y a economías enteras – a volver a la normalidad. No debemos perder de vista el papel que desempeña la ayuda exterior en el fomento de la resiliencia mundial, incluyendo la resiliencia contra las amenazas de pandemia.
2. Los escasos suministros médicos deben dirigirse a las comunidades donde tendrán el mayor impacto, en lugar de ofrecerse al mejor postor. La cobertura mediática de los últimos días ha puesto en evidencia cómo los gobiernos, incluso entre algunas de las economías más avanzadas del mundo, compiten entre sí en el mercado de respiradores y equipos de protección personal. Si esto se deja sin control, lo mismo sucederá probablemente el día en que se desarrolle cualquier vacuna o cura. Si esto está ocurriendo en países con buenos sistemas de salud y un fuerte poder de negociación, solo podemos imaginar cómo esa competencia afectará a los que no tienen ninguno de los dos.
3. Las fronteras deben mantenerse abiertas a los bienes y servicios. Incluso en los casos donde sea necesario imponer restricciones temporales al movimiento de personas para contener la propagación de enfermedades, debemos asegurarnos de que esto no obstaculice el comercio entre países. En muchas regiones, el comercio transfronterizo de productos agrícolas es el alma de economías enteras. En el Sahel y el África occidental se avecina una emergencia alimentaria y se prevé que unos 14.4 millones de personas se enfrenten a una crisis o incluso peor, en menos de seis meses. Si no se toman medidas ahora, la crisis de Covid-19 magnificará estas emergencias.
4. Los líderes empresariales tienen una oportunidad única de reducir el costo de las remesas para los países en desarrollo. Mil millones de personas en todo el mundo se benefician de las remesas, es decir, de los fondos enviados por los trabajadores migratorios a sus familiares en el extranjero. En tiempos de crisis, estos fondos son para muchos una ayuda vital. Sin embargo, el costo de transferir dinero a sus hogares es de 7% del monto enviado. Esta cifra es demasiado elevada. Si alguna vez ha habido una ocasión en la que el sector financiero pueda demostrar estar a la altura del desafío y bajar las tarifas de las transferencias a las personas más vulnerables del mundo, es ahora.
5. El aumento de la deuda debe ser abordado con urgencia. Muchos países ya están mostrando signos de angustia por la deuda, y una nueva crisis podría agravar aún más esta situación. Abordar la cuestión de la deuda insostenible puede ser más difícil hoy que hace quince o veinte años. Una parte cada vez mayor corresponde a prestamistas que no pertenecen al Club de París, así como a la deuda privada; además la disminución de los precios de los productos básicos está agravando el problema. Los jefes del Banco Mundial y del FMI han pedido que se suspenda el reembolso de la deuda de los países que la necesitan. La OCDE ha ido más allá, instando a los dirigentes a considerar una Iniciativa para los Países Pobres Altamente Endeudados (PPME), un plan reforzado. Necesitamos ver un impulso coordinado – con el apoyo de todos los prestamistas – para todos los países que lo necesiten.
6. Abordar una crisis no debe hacerse a expensas de abordar otras. Tenemos que hacer todo lo posible para garantizar que nuestros esfuerzos por apoyar a los países afectados por el Covid-19 no desvíen recursos de las crisis ya existentes: debemos abordar las necesidades de los refugiados y de otros grupos vulnerables; hacer frente a la emergencia climática mundial; poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas; y terminar con la discriminación en todas sus formas. La forma en que se apliquen los planes de estímulo es importante. En muchos países, las desigualdades ya se encuentran a niveles sin precedentes. La recuperación mundial debe ser justa, debe ser ecológica y, sobre todo, debe ser inclusiva.
La naturaleza de la amenaza actual – Covid-19 y su profundo impacto en los medios de subsistencia de todo el mundo – puede ser nueva. Sin embargo, nuestro enfoque para superarla no tiene por qué serlo. Este año, las Naciones Unidas celebrarán su septuagésimo quinto aniversario. La OCDE celebrará su sexagésimo. Puede que no seamos jóvenes, pero con la edad viene el beneficio de la experiencia acumulada. Nuestras dos organizaciones nacieron de las cenizas de dos guerras mundiales y del reconocimiento que la cooperación internacional es la única forma de superar los desafíos verdaderamente globales. En este momento crucial esperamos poder demostrar que la solidaridad internacional – trabajando juntos y al servicio de los más vulnerables – sigue siendo la única solución a los desafíos de hoy y de mañana.
Secretario general de la OCDE // Administrador del PNUD