Nuestro sistema electoral actual aunque perfectible, goza de cabal funcionalidad, ha permitido transitar de un sistema autoritario de partido dominante hacia la pluralidad —con tres transiciones de poder entre diferentes partidos— de un modelo con elecciones organizadas desde el gobierno a uno donde una institución imparcial, independiente y ciudadana garantiza el respeto a la voluntad popular y a la legalidad. La construcción de nuestro sistema es resultado de una lucha de décadas, con uno de sus puntos torales cimentados en la reforma electoral de 1977, que aperturó la posibilidad de partidos pequeños a tener representación en el Congreso y con ello arribara la diversidad ideológica en él. En los años subsecuentes todas las reformas político-electorales presentadas han abonado a la democratización del país, perfeccionando los procedimientos, garantizando derechos, robusteciendo la confianza en el sistema… la reforma electoral presentada por el presidente, es la primera en 45 años que va en detrimento de la vida democrática de México, una propuesta que reposa en la demagogia y el ánimo de capturar más poder y control político.

La reforma aspira modificar 18 artículos y las remoras del gobierno pretenden promocionarla enarbolándola en un discurso de austeridad y democratización; la realidad es que es un proyecto sibilino, que guarda en sus entrañas la disposición de retornar al país a la época intervencionista del gobierno:

• La propuesta del gobierno postula la disminución del número de diputados y senadores, maquillada de la “eliminación de plurinominales” , cuando su aspiración va acorde a una sustitución del modelo de mayoría relativa al de representación proporcional pura. Pretenden desaparecer los 300 distritos federales para que la elección sea mediante listas partidistas por Estado; esto le otorga más control y poder a los partidos para la selección de los candidatos, ocasionando una desconexión del representante ante los representados e impactando negativamente en la rendición de cuentas. La aprobación de este modelo terminaría favoreciendo a MORENA, quien concentraría mayor representación en las cámaras sin que necesariamente se apegue a la voluntad popular, en detrimento de otras fuerzas políticas.

• El cambio en el método de elección de los consejeros electorales del Instituto y Tribunal Electoral: se propone que sean electos mediante voto directo a propuesta de tres listas, cada una por cada poder de la unión. En ningún país democráticamente consolidado se ha adoptado un sistema similar, pues los dichos puestos no debiesen responder simpatías y filias, sino a criterios de idoneidad e imparcialidad, capaces de hacer valer las reglas del juego electoral. El método propuesto incentiva que los aspirantes a los cargos se asocien con organizaciones con capacidad de movilización electoral (partidos y gobierno) para poner ganar, anulando así su independencia y por ende imparcialidad. Bajo las condiciones actuales quienes influirían mayormente en la elección serian el presidente y su partido; es un método viciado de origen, pues ellos los postularían. En resumen, la partidización del procedimiento de elección se acentúa.

• Los cambios en el modelo de comunicación política: se pretende arrebatar a la autoridad electoral los tiempo en radio y televisión para traspasarlos a partidos políticos y al gobierno, con la acotación de reducción los tiempos de los partidos, pues reaparece la posibilidad de la publicidad gubernamental. El gobierno haciendo propaganda

omnipresente nuevamente, mermando la posibilidad de difusión y contraste de ideas y propuestas en medios.

• Se busca la re-centralización de las elecciones desapareciendo los OPLES y los Tribunales Electorales Locales. Este cambio sobrecargaría las funciones de las instituciones responsables, a las cuales no se les acompañará con la ampliación presupuestal suficiente para hacer frente a las nuevas obligaciones, atrofiando así la efectividad su actuar. Austeridad a costa del correcto funcionamiento institucional.

Éste es un proyecto más, que se suma a la lista de grandes derrotas recientes del presidente: fracaso defendiendo la soberanía, siendo un entreguista doblegandose ante Trump; fracaso en su pretensión estatista con la contrarreforma energética; fracaso con la revocación de mandato donde el desinterés, descontento y falta de simpatía le gano a la operación tramposa que hicieron con el aparto estatal… a toda esta lista se sumará la derrota de su aspiración autoritaria con el rechazo de su reforma electoral. En el fondo solo pretende que éste sea otro tema participe de su narrativa polarizante, donde confronta al país en dos bandos: “traidores vs. patriotas”, pero no hay mayor traidor que aquel lacera la lucha histórica de un país por dictar libremente su voluntad, pretendiendo devolverle el control a un solo grupo, aniquilando su diversidad y pluralidad. Los traidores son ellos, por mentirle abiertamente a la gente, vociferando democracia disfrazada de autoritarismo. Sé lo decimos desde ahorita, ¡su reforma no pasará!, cualquier intento por volver al país de un solo hombre, de un solo partido, se enlistará en su ya tradicional lista de fracasos.

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