El drama que representa el caso de los 5 jóvenes secuestrados, torturados y asesinados en Lagos de Moreno, mantiene indignado al país.
Tuvieron que pasar 6 días a partir de la desaparición de estos jóvenes, para que el presidente se decidiera a hablar del tema, aunque lo hizo presionado bajo el maremoto de críticas por el chiste que contó sobre (un señor que no quería escuchar lo que le decían y sólo escuchaba lo que le convenía) al final de su conferencia matutina, mientras los reporteros pedían su opinión sobre lo ocurrido en Jalisco.
Furioso, López Obrador aseguró que jamás se burlaría de un tema así, que jamás escuchó cuando le preguntaban sobre los desaparecidos y que la tragedia ha sido aprovechada por sus adversarios para dañar su imagen.
Como siempre, se martiriza. Las víctimas ya no son los jóvenes, la víctima es él porque lo atacan y malinterpretan. Por cierto, López Obrador sigue sin mostrar la más mínima señal de empatía, ni siquiera ha dado condolencias a los familiares de los jóvenes ultimados.
Suponiendo sin conceder que la versión del presidente sea verídica, eso no lo exculpa de la enorme insensibilidad que ha mostrado frente a este drama.
Días antes del mal chiste del presidente, ya circulaban imágenes donde se aprecia a los 5 jóvenes hincados, golpeados, amordazados y atados; luego circuló un video brutal que muestra la tortura que sufrieron, donde se ve como uno de ellos es obligado a matar a sus amigos.
Este caso de abominable violencia extrema no fue suficiente para que el presidente lo abordara sin necesidad de que le preguntaran los reporteros, esta tragedia no mereció que de inmediato se solidariza con las víctimas y atendiera a los familiares de los jóvenes.
López Obrador respondió decenas de preguntas, habló de temas irrelevantes, lanzó ataques, recibió elogios… pero no dijo una sola palabra de los jóvenes asesinados, aun cuando era el tema prioritario en la agenda pública.
Frente a una tragedia de semejante tamaño, frente un hecho de interés nacional que genera indignación, el presidente evita hablar del tema; y peor aún, se permite contar desafortunados chistes con una sonrisa de oreja a oreja.
El Presidente está desconectado de la realidad del país, piensa que lo que no se ve en su mañanera no existe; por eso evade el escándalo, para que no lo afecte política y electoralmente.
Si López Obrador conoció los hechos y optó por hacer como que no pasaba nada y no tocar el tema, su actitud está mal; pero si no se enteró de la tragedia, su actitud está aún peor.
Cierto es, que en este caso existe una responsabilidad compartida entre el gobierno federal y el gobierno de Jalisco de Enrique Alfaro, quien irresponsablemente, también demoró 5 días en hablar del caso; pero López Obrador es un jefe de Estado, y su actitud resulta más que condenable y repudiable.
La negativa del Presidente a responder preguntas de los medios sobre un tema tan delicado, y su insensible comportamiento de reírse y contar chistes machistas en momentos de tragedia, sólo agrava la indignación de un país en busca de respuestas y soluciones ante la espiral de violencia que lo azota.
Por si fuera poco, este nuevo arranque de indolencia del Presidente, llega cuando en Veracruz hay otro frente de violencia extrema, cuando se encontraron dos casas de seguridad del crimen organizado en Poza Rica con refrigeradores llenos de restos humanos. En este tema, López Obrador también prefiere ser 'dueño de su silencio'.
México requiere urgentemente de un liderazgo responsable, empático y firme para superar sus desafíos y construir un futuro más seguro y justo, es decir, requiere todo lo contrato a lo que representa Andrés Manuel López Obrador.