Hasta el hartazgo ha denostado el estilo de vida de quienes tienen comodidades, que han logrado salir adelante y acumular un patrimonio de forma honrada para gozar de algo más que lo esencial, ha satanizado la avidez por superarse y los ánimos de vivir mejor, ha injuriado a los miles de mexicanos que no comparten su hipócrita visión austera, al punto de amenguar a la clase media y a cualquiera no considerado pobre. El dique principal sobre cual cimentó su discurso de gobierno, la austeridad, se desmorona ante el fracaso de su adopción como forma de vida e incongruencia de sus cercanos. Por una investigación de Mexicanos Contra la Corrupción, nos enteramos de la opulencia “franciscana” que el hijo del presidente, José Ramón López Beltrán, adoptó como estilo de vida en Texas, habitando hasta inicios del 2020 una residencia de más de 2,500 m2, con un valor de un millón de dólares (20 mdp), en el exclusivo fraccionamiento Jacobs Reserve. Dicha propiedad era perteneciente a Keith Schilling (durante la ocupación de la vivienda por José Ramón) quien era un alto ejecutivo de Baker Hughes, empresa petrolera con contratos vigentes con el gobierno morenista por más de 151 mdd en obras para PEMEX y que hoy vende compresores de turbinas para la Refinería de Dos Bocas en Tabasco. En la vida nacional esto no es un episodio novedoso, es un caso similar al bochornoso escándalo de la “Casa Blanca” de Enrique Peña Nieto, donde un contratista de gobierno tras haber obtenido contratos millonarios, cede una propiedad de alto valor a la esposa del ejecutivo. Aún considerando los matices, sobresaltan paralelismos, nuevamente un contratista del gobierno, tras tratos millonarios, “presta” una lujosa propiedad a personas muy cercanas al presidente. Los actos ameritan una investigación seria, exhaustiva e imparcial, que permita esclarecer la existencia o no de conflictos de interés y los beneficios que de ello llegasen a derivar. La austeridad tiene preferidos, cobra factura a algunos y guarda excepciones con otros. A Santiago Nieto, por su boda en Guatemala fue removido, pero el fiscal carnal Gertz Manero con su colección de autos costosos e ingresos millonarios es tachado de íntegro; o Manuel Bartlett funcionario público sempiterno con múltiples lujosas propiedades siempre respaldado por Obrador. Ahora a las filas de la incongruencia y las excepciones se monta el hijo del presidente, con residencia y auto millonario en el extranjero. A la lista de fracasos sumamos el desmoronamiento de su discurso, la austeridad, que en lo público palidece con actos tan frívolos como el presupuesto que tuvo por tres años su capricho beisbolero, o el derroche absurdo de la revocación; en lo privado, su primogénito por azares insospechados habita la mansión de un contratista del gobierno. Auguramos la inacción, pues ¿acaso esperamos que la imparcial e independiente Secretaría de la Función Pública investigue un posible conflicto de interés del hijo del sacrosanto presidente? Pero como en la dinámica de la pos-verdad, solo basta con cambiarle el nombre a las cosas para darles un falso sentido, que no sorprenda si el día mañana la nombran: “La Mansión del Bienestar”.
- Andres Manuel López Obrador
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