“Homicidios, masacres, desaparecidos, violencia, feminicidios”, abarrotan diario los titulares de los medios; la violencia desbordada y cotidiana nos ha desprendido la capacidad de sorprendernos y juzgar con vehemencia los hechos que claramente deberían ser una anomalía.

El país ha entrado en una espiral de violencia creciente que es atizada con la política de la inacción y en el mejor de los casos de la ficción, donde observamos a los encargados de garantizar nuestra seguridad echar coqueteos discursivos a los criminales que nos sumen en el miedo. El gobierno festeja una nimia “baja” en los homicidios, en tanto la evidencia expone hechos atroces a lo largo del país, cada vez mas fuera de control, y clarificando que el verdadero poder, ya no lo tiene el Estado pues se lo va arrebatando el crimen organizado.

La frecuencia con la que avizoramos actos de alta violencia se hace más recurrente y con ello, también patente el fracaso de la estrategia construida en los abrazos de la no confrontación, basta enunciar unos cuantos hechos para dar cuenta del empoderamiento del crimen y el terror sembrado:

* Caborca, Sonora: La ciudad es capturada durante seis horas por un convoy armado del crimen organizado, hubo levantados y asesinados. La autoridad completamente ausente.

* Fresnillo, Zacatecas: Aparecen cuerpos dispersos en distintos puntos de la ciudad en un mismo día.

* Jerez, Zacatecas: Por amenazas de grupos delictivos, habitantes del municipio tuvieron que ser desplazados de sus hogares, escoltados por elementos del ejército durante su éxodo. Al respecto, el presidente se limito a decir “son pocos los desplazados”.

* San José García, Michoacan: Ejecución múltiple a plena luz del día, diecisiete personas acribilladas en la calle. La respuesta gubernamental, “no tenemos información al respecto”.

* Aguililla, Michoacan: Un municipio con más de diez meses de captura por el narcotráfico, sobresale en el escenario por las novedosas estrategias del crimen que sobrepasan el poder policial: uso de drones, vehículos de alto blindaje, uso de ciudadanos como escudos humanos. Y recientemente se reportan fallecidos por minas sembradas en los campos.

* Tulum, Quintana Roo: Reportes frecuentes de enfrentamientos entre grupos delincuenciales por el control de zona, homicidios de turistas y reportes de extorsión. Los casos se replican en Cancún y Playa del Carmen.

* Acapulco, Guerrero: Quema de Mercado Central de Acapulco, más de cincuenta locales incendiados en represalia del crimen organizado por la presencia de la Guardia Nacional.

* Colima: En diferentes puntos del Estado —antes relativamente pacífico— se reporta escalada de extorsiones, enfrentamientos y homicidios, apariciones de cuerpos, balaceras y ejecuciones en vía publica. Como resultado del terror, se llego al punto de ordenar el cierre de escuelas.

¿¡De qué sirven las reuniones diarias de seguridad del presidente!?, ¿¡de qué sirve la militarización y su prepuesto millonario!?, ¿¡de qué sirve ser el presidente más poderoso y con mayor respaldo popular sino puede cuidar nuestras vidas!?, ¿¡de qué sirven todos sus programas sociales sino puede darnos paz?!, ¿¡ DE QUÉ SIRVE UN ESTADO QUE NO PUEDE PROTEGERNOS!?

México esta sumido en la miseria del miedo, la población sometida a los designios de los más viles criminales. No girar el timón a estas alturas es un acto suicida de facto. De acuerdo a información de inteligencia estadounidense cerca del 35% del territorio nacional es controlado por el crimen organizado. Relucimos en los rankings de violencia, somos el tercer país más violento del mundo, y ocupamos el cuarto lugar del Índice Global de Crimen Organizado. Para tener un parámetro más claro, a cuatro días de iniciado el conflicto bélico en Ucrania, reportaban bajas de 198 personas, en México en 72 horas 207 homicidios; en lo que va del sexenio van mas de 114 mil muertos a manos de la violencia.

La realidad es que todo esto es parte una elección, la decisión de no hacer nada, de ignorar la realidad y apegarse a un plan que se ha mostrado deficiente y que vaticina un completo fracaso. El proyecto actual tiene una sola apuesta: la Guardia Nacional, a costa de la debilidad institucional de los cuerpos policiales locales, quienes fueron los grandes ausentes en varios de los acontecimientos enunciados, y pudieron en algunos casos haber contenido esta gran escalada. Que no se olvide que el gobierno federal recorto más de un tercio el presupuesto asignado a las policiales locales y desapareció los fondos destinados al tema. Que no se olvide que en la politiquería de este gobierno, se trunco la coordinación con entidades estatales en temas de seguridad. Pero por mucho, que nunca se olvide, que este gobierno, el más popular, el más poderoso de los últimos tiempos, tuvo todo para redireccionar la estrategia y lo dejo perder.

El presidente puede con sorna decir que lo afecta a Jalisco es que un cártel lleve ese nombre en sus siglas y pedir sutilmente que lo cambien ¡una ignominia!; así como extenderle la mano a la madre del Chapo, mientras ignora las exigencias de paz; puede felicitar a los criminales por “portase bien” al tiempo que matan con plena impunidad. La “herencia maldita” de la que hablan, como el chivo expiatorio de todos los fracasos de este gobierno se agota, a tres años del sexenio se perfila que su herencia será la del fracaso, con un gobierno achicado, pues el poder ya no estará en el Estado, sino en manos del crimen organizado.

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