La Embajada de la República Popular China, encabezada por su embajador Zhang Run, convocó en días pasados a un grupo selecto de amigos de ese país, quienes coadyuvaron en su momento en la construcción de la amistad y cooperación inquebrantable de estas dos repúblicas, hermanas de la misma pasión: cooperación para la paz, justicia y seguridad internacional, hace 52 años sellaron su alianza.
Muy notable fue la presencia del primer embajador de México en China, mi amigo Eugenio Anguiano Roch a quien admiro por ser artífice de la amistad entre México y China.
El embajador, en su discurso, hizo un retrato hablado repasando la historia sobre las difíciles circunstancias en aquella época de un mundo bipolar cuando las dos repúblicas formalizaron sus relaciones diplomáticas, decisión no exenta de riesgos y presiones por parte de las potencias.
Escuche palabras muy sinceras de profunda gratitud a México por aquella valiente decisión histórica de votar en la Organización de las Naciones Unidas por el ingreso legal y legítimo que le correspondía a China Popular de pertenecer a ese alto organismo. Sonó fuerte y vigorosa la voz del embajador, recordó el discurso del entonces Presidente de la República Luis Echeverría Álvarez aquella mañana del 5 de octubre de 1971, cuando afirmó: “un avance trascendental para realizar el principio de un universalidad será dar la bienvenida durante el actual periodo de sesiones a los representantes de la nación que alberga su territorio a la cuarta parte de la población del mundo: la República Popular China y su consecuente ingreso al sitio que le corresponde en el Consejo de Seguridad. Al mismo tiempo será necesario reconocer que la soberanía y la integridad territorial de la nación de China son jurídicamente indivisibles”.
El 25 de octubre del mismo año, el gobierno de México tomó la decisión política de votar a favor de la resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas propuesta por Albania, Argelia y 23 países más, pidiendo la restitución a la República Popular China de todos sus legítimos derechos en las Naciones Unidas, reconociendo que los representantes de la República Popular China son los únicos representantes legítimos de China en la Naciones Unidas, debiendo expulsar inmediatamente a los representantes de Chiang Kai-shek del puesto que ocupaba ilegalmente en la organización internacional. El día que se adoptó la resolución, la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicanas emitió un comunicado en el cual anunciaba la ruptura de relaciones diplomáticas con el gobierno de Chiang Kai-shek.
El 14 de febrero de 1972 los representantes permanentes de China y México en Naciones Unidas por instrucciones de sus gobiernos firmaron un comunicado conjunto estableciendo a partir de esa fecha sus relaciones diplomáticas, en la ciudad de Nueva York, por instrucciones de sus gobiernos: don Alfonso García Robles, representante de México, y Wuang Wua, representante de China. Este documento fue el acta de nacimiento de la amistad y cooperación de estos dos países, fundados en principios de respeto mutuo a su soberanía, independencia, integridad territorial, no agresión, no intervención, y solución pacífica de las controversias.
Se me invitó como testigo de la realpolitik y de lo que pasó detrás de bambalinas de quienes estuvimos cerca del Presidente Echeverría, como fue la llamada del 1° de octubre de 1971 del Presidente de los Estados Unidos Richard Nixon, con quien llevo buena amistad, quien le sugirió: “con especial respeto a la soberanía de México le suplico que estudie el voto de su país en la actual Asamblea de la ONU sobre el ingreso o no de China Popular a la organización internacional y que de preferencia fuera negativa, porque si China ingresara a la ONU alteraría el equilibrio de la paz y seguridad de la región. El Presidente mexicano con especial serenidad y dignidad le contestó: ‘lo estudiaremos con todo gusto Señor Presidente’”.
Cuando asistió el Presidente mexicano a las Naciones Unidas dijo todo lo contrario.
Internacionalista
Exsecretario particular de Luis Echeverría Álvarez